viernes, 5 de febrero de 2010

LAS HOJAS DE OTOÑO (continuación)



Iván despertó sobresaltado. Había estado soñando de nuevo, con el agua entrando por las ventanillas y la sensación de estar hundiéndose vertiginosamente, sin remedio. Le costó reconocer la habitación familiar, en medio de la penumbra. Una tenue luz se filtraba a través de las cortinas de la puerta cerrada. Se levantó y salió al corredor, para ver si la abuela estaba bien. No era normal que estuviera despierta a esa hora. La encontró llorando quedamente, con su libro de oraciones, sentada en la cama. El se sentó a su lado, sin saber qué decir.
- Querido, no te preocupes por mí.
- Deberías dormir. A la mañana, las cosas se ven diferentes.
- Los viejos no necesitamos dormir tanto. Estuve pensando…. Hace tantos años que vivo con tu abuelo que voy a tener que aprender a vivir sola de nuevo, como cuando tenía quince años….
- ¿Cómo se hace para vivir tanto con la misma persona? Supongo que llega un momento que la conocés tan bien que todo resulta aburrido….
- Nunca me sentí aburrida. Y no llegás a conocer del todo a nadie, aunque vivas toda tu vida al lado. Hay secretos, pensamientos, sensaciones, que no se comparten con nadie. Imposible llegar al fondo del alma. Sin embargo, eso es lo que hace que la vida tenga siempre nuevos interrogantes, ciclos diferentes, en los cuales hay odio, hartazgo, pasión, discusiones y culpas: pero en el fondo de todo eso, no deja de haber amor.
- El psiquiatra me dijo que las personas mueren pero no sus sentimientos.
- Es muy cierto, debe ser muy creyente.
- No. Es judío.
Lucía sonrió.
- Genito odiaba a los judíos. Su padre formó parte del ejército fascista hasta que se dio cuenta que la guerra estaba perdida y Hitler era un traidor.
- Nunca me habló de eso. ¿Qué diría si supiera que confío en mi psiquiatra y no creo que haya otro mejor en el mundo?
La abuela volvió a sonreír con una especie de complicidad.
- Es historia vieja, querido. Y lo que mueve el mundo no son las ideologías sino el dinero. Siempre ha sido así y siempre va a ser así. Las guerras, las matanzas, todo es por dinero y por poder. No hay otra cosa.
- Nona, sos muy cínica. Cualquiera que te vea, pensaría que sos en cambio una dulce viejecita….
Lucía sintió una punzada de nostalgia ante la frase. Genito le había dicho muchas veces lo mismo.
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Detestaba las fiestas de quince. Había asistido a la de Julia porque sabía que Vicky era amiga de su hermana mayor y también iría.
La cena se le había hecho larga y pesada, aún estando rodeado de amigos que tomaban a escondidas y estaban más que achispados.
Siempre servían pollo y él no podía ver el pollo. Después vino el vals.
Julia lo abrió con su padre y todos fueron saliendo, intercambiando parejas y bailando por turno con la quinceañera.
Iván se fue acercando a Vicky usando una estrategia de hormiga, un pasito, saludos, otro pasito… Cuando estuvo cerca, ella justo estaba libre y no se veía al rugbier por ningún lado. La enlazó, sin pensar casi en lo que hacía, y la sacó a bailar, llevándola perfectamente. Había ensayado mucho esa parte.
Vicky se dejó llevar, sin decir nada.
- ¡Bueno! – dijo al fin, en una pausa - Esto sí que es un adelanto, no sólo no te escondés, sino que me sacás a bailar.
El se quedó mirándola, con las manos en los bolsillos de su pantalón de vestir. Tenía la corbata desatada, pero el saco puesto, porque si lo hubiera dejado en la silla sus amigos se lo hubieran escondido. Nadie dejaba los sacos olvidados por esa razón. Tenía una barba incipiente y ya no parecía un chico. Vicky se sintió levemente avergonzada bajo su mirada.
- Sí – dijo él inexpresivamente - Es un adelanto. Gracias a mi psiquiatra.
Vicky se rió, nerviosa.
- Qué raro. El mío me aconsejó exactamente lo contrario.
- No le estás haciendo caso.
- No. Me debés una explicación de todo lo que pasó esa noche. No me acuerdo de nada.
Iván miraba el suelo. Empezó otro vals y la enlazó, llevándola de nuevo en medio de otras parejas, por todo el salón.
Era una sensación que no sabía que podía existir, como de levedad en los pies, como si ya no tocaran el suelo, una suerte de ingravidez. El contacto de su mano en la cintura de gasa, el leve calor de la mano de ella sobre su hombro, el movimiento ondulado de su cuerpo, la mano que se apretaba confiada en su otra mano. Era como si estuviese en otro mundo.
- Fede decía… - empezó ella dudando.
- Sí?
- Decía que eras caprichoso y maleducado. Que tus padres habían sido mucho más severos con él.
Iván sonrió.
- Puede ser. Seguro que se dieron cuenta enseguida de que no sirvo para nada y me dejaron tranquilo. Yo tenía esa ventaja. Fede era el inteligente, el brillante, la perla de la familia…
- Una perla negra – dijo ella, sorpresivamente.
- No te entiendo.
- Es mejor.
Los valses habían terminado y empezaba la música pop. Extrañamente, esa música que tanto le gustaba, había roto el hechizo y ese halo de irrealidad desapareció, dejando en su lugar la rancia realidad. Vicky se había alejado, imperceptiblemente, y lo estaba mirando como con recelo.
- Gracias por el baile, lo pasé muy bien.
El la tomó por el brazo.
- No te vayas, todavía. Quiero que me digas la verdad sobre Fede. Su sombra me persigue, como si él fuera un modelo inalcanzable para mí.
- No lo veo como un modelo, precisamente. Pero no sos la persona indicada para escuchar lo que pienso de él.
- Por qué?
- Porque era tu hermano. Vos lo querías y lo admirabas, ¿no es así? No voy a ser yo quien te saque esa ilusión.
- No tengo ninguna ilusión. El no era como los otros hermanos mayores que defienden a sus hermanos. Nunca me defendió, a pesar de que se lo pedí muchas veces cuando era chico. Se reía de mí. Era como otro enemigo, dentro de casa y afuera también.
Vicky escuchaba pensativa. Al fin, decidió descargarse.
- Creo que no le importaba nada de nadie. Nunca me quiso, la verdad. Creo que pensaba dejarme, cualquier día de éstos. Soporté sus salidas con otras, sus burlas por mis celos, pero yo sabía que todo era inútil. Sin embargo, cuando lo tenía frente a mí….no podía decirle nada desagradable. Hubiera hecho cualquier cosa por él. Nunca te pasó algo así con una chica?
- No, creo que me hubiera sentido demasiado tonto.
Vicky se rió.
- Sí, ahora me doy cuenta de que era una tonta. Debemos olvidarlo, Iván.
- Para vos debe ser más fácil. Mamá dejó sus cosas tal como estaban antes que muriera y no permite que nadie lo olvide. Ahora la nona me mandó de vuelta a casa, dice que papá me necesita más que ella.
- No tenés que volver si no querés.
- No puedo vivir huyendo de mi casa y del recuerdo de mi hermano.
- Bueno, si necesitás ayuda… llamame.
Vicky le dio sorpresivamente un beso de despedida, porque la estaban llamando. Siguió sintiendo ese beso durante mucho tiempo.
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