lunes, 28 de febrero de 2011

CONTINUACIÓN DE GRINGO PATAGON

La había llevado al mejor motel de la ciudad, con cama de agua, champaña y todo lo que se le ocurriera.
La música sonaba a todo volumen y Guillermo imitaba el baile de Mayra, mientras ella se divertía y tomaba champaña, volviéndose cada vez más atrevida, quitándose la ropa con deliberada lentitud, desabotonándole a él la camisa e imitando a la perfección el número de una cabaretera.
Su noche terminó de día, luego de una fiesta privada de alcohol y sexo donde los dos dieron rienda suelta a su imaginación y a sus instintos.

lunes, 21 de febrero de 2011

Primer Festival Internacional de Poesía: GRITO DE MUJER"


19 hs PALABRAS DE APERTURA. A cargo de las organizadoras.


19:15 hs CHARLA CON LA POETA VENEZOLANA JUDITH GHASHGHAIE, sobre la mujer y la literatura.


20:00hs MESAS DE LECTURAS.


MESA 1


Clarisa Vitantonio (Rosario)

Mariana Miranda (Rosario)

Patricia Severin (Santa Fe)

Marta Ortiz (Rosario)



MESA 2

Maia Morosano (Rosario)

Irene Ocampo (Rosario)

Jorgelina Paladini (Rosario)

Judith Ghashghaie (Venezuela)


MESA 3

Ivonne Serena (Rosario)

Adriana Borga (Rosario)

Susana Rozas (Rosario)

Ana María Russo (Rosario)

MESA 4


Mercedes Gómez de la Cruz (Rosario)

Tona Taleti (Rosario)

Concepción Bertone (Rosario)

22 hs Micrófono abierto

22:30 hs RECITAL DE SILVIA GUIDOBALDI


Los esperamos a todos, agradecemos su difusión.

viernes, 18 de febrero de 2011

CONTINUACIÓN DE GRINGO PATAGON




Mayra fumaba un porro, sentada junto a él en las escaleras, ya que no había un solo asiento libre. Su expresión se había suavizado considerablemente y sus ojos oscuros tenían un brillo que él nunca le había visto antes. Movía los pies al compás de la música, evidentemente le gustaba, parecía como si estuviera en su propia casa.
- Vamos a bailar? – sugirió ella, tirando la colilla del cigarrillo.
Aquello fue una verdadera sorpresa. Era la primera propuesta que salía de Mayra. El no bailaba nada mal, tenía sentido del ritmo y oído para la música, pero verla bailar a Mayra cortaba el aliento. Su cuerpo se movía como una serpiente, con una gracia felina y flexible que sugería horas de práctica, hasta sus manos y sus muñecas parecían hablar y llevar el ritmo. Un baile sugestivo y delicadamente insinuante. Los que estaban alrededor no hacían más que mirarla, inclusive las chicas.
Guillermo, que detestaba llamar la atención, la tomó bruscamente de la mano y la sacó de la pista, invitándola con una copa.
El había tomado lo justo como para estar en la primera fase de euforia, y le susurró al oído:
- Mayra, por qué no nos vamos a otro lado y bailás para mí solo?
Ella lo miró por primera vez, sin muestras de desdén.
- Adónde? – preguntó ella, con simulada inocencia.
En alguna parte del cerebro de él, sonó una alarma de despecho, al darse cuenta que así como él no quería ofrecer su departamento, ella tampoco lo invitaba. Pero la creciente excitación que sentía barrió con sus recelos.
- Un lugar que yo conozco – le dijo, guiñando el ojo.
- Adónde? – insistió ella.
- Un lugar donde podamos estar solos, con buena música y bailes para mí. Sólo ocurrirá lo que vos quieras que ocurra. Está bien? – Hablaba casi contra su cara y su aliento, agradable aunque ligeramente teñido de alcohol, le rozaba la frente. Levantó su barbilla y la besó, un beso de deseo no exento de afecto y se sintió conmovida a su pesar. Sus manos se deslizaban por sus caderas, y su frialdad y su indiferencia desaparecieron, llenándola de fascinación y de terror.
- Querés ir? – volvió a preguntar él en voz baja, abrazándola . Su machismo y su pedantería habían desaparecido, su tono no era autoritario ni despectivo ni mucho menos amenazador como lo que ella había conocido. En su cabeza había solo confusión y temor, pero la calidez de su cercanía, su perfume y el tono de su voz le hicieron bajar la guardia. Su encanto era irresistible.

por Silvia Pavía

jueves, 10 de febrero de 2011

CONTINUACIÓN GRINGO PATAGON

Mayra lo observaba, con los codos apoyados sobre la mesa, mientras se tomaba su café.
- Hoy es mi día de suerte – decía él, con una sonrisa sobradora de oreja a oreja – Creo que al fin, el puesto va a ser para mí e Iván va a tener que conformarse con ser el gerentucho de marketing.
- Son amigos o competidores? – preguntó Mayra.
Guillermo la miró, sopesando la respuesta.
- En realidad, las dos cosas. Suena un poco raro, no es cierto? Nos hicimos amigos cuando entramos a trabajar al mismo tiempo, hicimos la prueba juntos y salimos seleccionados. Creo que, si yo ganara el puesto, no me sentiría del todo feliz, sabiendo que él pierde.
Mayra se quedó mirándolo con extrañeza.
- Creo que a él le importa un cuerno de vos y sólo quiere ganar.
Guillermo la miró con suspicacia.
- Por qué decís eso?
Mayra se encogió de hombros.
- Es sólo una impresión.
- Las mujeres se manejan con intuiciones, impresiones... nada de eso sirve. Lo único valedero es lo que se ve y lo que se toca. Lo demás... sólo es imaginación.
Mayra siguió mirando al frente, inexpresivamente.
- Creo que sos un tonto - sentenció.
Guillermo se rió.
- Estoy acostumbrado a que me digan eso. Y cosas peores también, pero siempre ha sido mi familia. Pero tan mal no me ha ido, no te parece?
Mayra no contestó ni cambió su expresión.
Guillermo dejó de sonreír. La actitud de Mayra comenzaba a pesarle, empezaba a cuestionarse si valía la pena tomarse tanto trabajo. Después de todo, quién se creía que era para despreciarlo a él, que para la mayoría era un buen partido?
- Mayra, somos personas grandes, para qué aceptaste salir conmigo si solamente te provoco indiferencia y desprecio?
- Fuiste vos el que no aceptó una negativa y pidió una oportunidad. Te acordás?
- Pero colaborá un poco, por Dios! Con esa cara serías capaz de enfriar un pollo recién asado.
- Es la única que tengo.
- No lo creo. Qué tal si nos fuéramos a divertir esta noche? Por ejemplo, una cena en el restaurante árabe, donde bailan unas odaliscas...
- Eso es divertido para vos.
- Y después nos vamos a bailar a un boliche y tomamos unas copas....
- Hay yerba?
Guillermo quedó sin hablar por algunos segundos.
Lo único bueno que había hecho su padre era ponerlo en guardia con sus filípicas contra la droga. Había tenido borracheras, había fumado como una chimenea, pero nunca se había drogado. Y ahora que vivía solo, se cuidaba tanto del alcohol como de fumar. Pero la nube se disipó en un segundo.
- Te compro lo que quieras.

por Silvia Pavía

martes, 8 de febrero de 2011

La tierra no me la van a sacar - Silvia Cerejido



Nos llaman los negros, cabecitas negras y de otras maneras despreciables que me dan asco nombrar. Ellos son los blancos descendientes de españoles, italianos, ingleses. Fueron ocupando nuestra tierra y nos usan para trabajar., pero en el trabajo pesado. A pleno sol, sin descanso.
Ahora me reclaman el pedacito de tierra donde puse mi rancho, el que levanté con estas dos manos con paja y adobe. Me lo quieren sacar.
A los gritos y con látigo en mano entró el blanquito diciendo que le muestre la escritura. ¿Escritura?, de qué escritura ni papel me habla si mis abuelos, bisabuelos, tatarabuelos siempre vivieron acá y nunca les hicieron ningún papel.
Ya los ví hacerle lo mismo a mis vecinos pero…a mí no, y menos ahora que mi guaina está por parir el quinto changuito. Hijo de mi alma, de esta tierra que cuidé con sudor y sangre. ¿Qué no soy el dueño dice?. Eso se cree él. Este lugar es mío, me lo gané por generaciones con el trabajo. El blanquito se dice argentino. ¿argentino?.
Los blanquitos no son argentinos, son los hijos del barco que vinieron acá, nos engañaron, atropellaron y porque nacieron acá se dicen argentinos.
No conocen el amor a la tierra, no saben lo que es trabajarla hasta sangrar las manos, usando como única herramienta un arado empujado por un hombre o si la suerte te ayuda con un caballo.
¡Qué me van hablar de escritura, de sus derechos, del dominio de la propiedad!
La tierra es mía, yo me la gané.
Y dice que mañana vuelven. ¡Que vuelvan nomás! Que con mi guaina, mis changuitos y mis perros los vamos a sacar cagando.
No sabe lo que es un hijo de esta tierra enfurecido.
No solo cuento con la ayuda de los míos sino que con la Pacha Mama, el sol y la luna que siempre me protegieron y enseñaron el camino.
No, no tengo escuela. No pude ir porque tuve que trabajar, pero no me arrepiento ni lo siento. Si pa sabiduría basta la experiencia.
Mañana los voy a esperar detrás del alambrado.
No, no voy a hacer como mis vecinos que agacharon la cabeza y se fueron con las pocas cosas que les dejaron juntar. Vaya saber dónde andan los pobres. Pero mi mama me lo aclaró bien. “Jacinto, está tierra es tuya, no te la dejes quitar”. Así me lo dijo mi mama cuando se estaba muriendo en el catre de la galería. Y esas fueron sus últimas palabras antes de cerrar sus ojitos gastados y cansados. Si me parece verla ahí acostada con sus trenzas blancas y la cara arrugada como papel de deshecho.
Por mi mama, por mi guaina y por mis changos, juro que los gringos de acá no me van a sacar.

por Silvia Cerejido

jueves, 3 de febrero de 2011




GRINGO PATAGON

- Vamos, es tu cumpleaños! Cómo no vas a festejar? No todos los días se cumplen treinta años!
Iván palmeaba la espalda de su reciente adquirido amigo, que también era su rival para el puesto de gerente regional de la compañía.
- Mañana tenemos el test...aunque supongo que si ninguno de los dos está fresco, no vamos a sufrir competencia desleal....
Los dos rieron.
- Vamos un rato al happy hour que abrieron la semana pasada. Me dijeron que van unas minas espectaculares.....
Guillermo lo miraba, sonriendo, resignado, sabiendo que no podría decir que no. El afán de conquista se había convertido en un vicio, como el alcohol y el cigarrillo. Igual que una droga, que le permitía escaparse.
Aceptó la invitación, como no podía ser de otra manera.
Iván, triunfante, lo tomó del brazo y lo invitó a su auto, deportivo, recién comprado, con su sueldo de la compañía.
Luego de varias copas, las luces comenzaron a brillar con más intensidad. Había ya oscurecido y su imaginación se desataba precisamente a esa hora, aunque no hubiera tomado con Iván.
Empezó a pasear su mirada por el ambiente, saturado de humo y música y se detuvo en una persona, una chica, que estaba hablando con otra en la mesa al lado de la suya. No oía lo que decían, pero ambas gesticulaban y movían las manos expresivamente.
Sin duda, se estaba fijando demasiado y ella le devolvió la mirada con altanería. El, medio borracho ya, bajó la vista, incómodo. Iván, que se había dado cuenta enseguida, sugirió:
- Querés que invitemos a las chicas de al lado? No lo olvides, es tu cumpleaños, aunque no lo quieras festejar...
Guillermo se levantó, procurando caminar normalmente y encaró a las dos chicas.
Ahora que la miraba más de cerca y de frente, sintió que su empaque se derretía bajo su expresión indiferente. Se arrepintió de su impulso, se hizo el distraído y pasó de largo, hacia el baño. El alcohol le hacía ver visiones. Creía ver mujeres atractivas cuando no había otra cosa que chicas fáciles y baratas. Aunque Iván lo tratara de cobarde y paspado, estaba decidido a irse a casa y terminar su día durmiendo, que bien lo necesitaba.
Pero , cuando volvió a la mesa, se encontró con que su amigo, que invariablemente arrugaba cuando se trataba de mujeres y que tenía terror a las peleas con su novia, estaba sentado al lado de sus dos vecinas, charlando amigablemente. Por naturaleza, era incapaz de quedarse callado y se puso a contar chistes, y a imitar a su jefe en las reuniones de directorio, cuando se paralizaba en presencia del dueño de la compañía y contestaba pavadas.
Era curioso; su jefe se transformaba en un ogro en presencia de sus subordinados y se volvía un pobre tipo en presencia de sus superiores.
Iván se moría de risa, mientras apuraba el café.
- Qué iban a hacer esta noche? – preguntó cuando, al fin, cuando Guillermo hizo una pausa.
- Nada.... nos íbamos a casa, a dormir.
- Oh, no! Hoy es el cumpleaños de Guille, por eso estamos aquí. El no quería ningún festejo, pero yo quiero que hagamos algo....No quieren ir al teatro?
Y a propósito... no nos hemos presentado. – Iván se ocupó de las presentaciones y así Guillermo se enteró que aquella que se atrevía a despreciarlo se llamaba Mayra y su amiga, amable y condescendiente, Sofía.
- Bueno, no nos han dicho qué les gustaría hacer.
Sofía miró a Mayra de reojo.
- Nos gustan mucho los kartings – dijo con una sonrisa culpable – Cuando podemos, corremos carreras.... (Iba a decir “cuando tenemos plata” pero se corrigió a tiempo y casi no se notó)
Guillermo miró la hora.
- Está bien, si nos apuramos podemos llegar antes que cierren.
Mayra corría con una determinación feroz, pero no podía contra la de Guillermo, de ganar a toda costa. La encerró y logró sacarle unos centímetros de ventaja en el último metro.
- Traidor! Tramposo!
Guillermo se bajó del karting. Todo daba vueltas a su alrededor y se sostuvo disimuladamente de la puerta.
Cuando la dejaron en su edificio, Mayra saludó fríamente, mientras Guillermo se bajaba tras ella.
- Quisiera volver a verte – susurró al viento.
- Mejor volvé al auto.... en el estado en que estás, no sabés ni lo que decís.
- Nunca antes me había pasado esto.... debe ser el stress.
- O el alcohol – dijo Mayra – Si no te aguantás, no tenés que tomar.
- Por favor, Mayra! Si no querés volver a verme, no tenés más que decirlo...
- Precisamente, lo que iba a decir.
- Bueno, no lo acepto. Hoy me viste en mi peor día... pero dame una oportunidad, una sola....
Ella suspirò.
- Está bien.- dijo con resignación.

por Silvia Pavía