sábado, 27 de junio de 2009

NADA, TODO BIEN ¿VISTE? (del archivo 2006)



¡A la mierda, ya son las once! Y que linda está la cama, seguiría un rato más, pero no, mejor me levanto. Anoche no salí pero me enganché con el canal CM viendo recitales hasta las tres.

Esto es un quilombo de ropa, Marita limpia toda la casa pero a esta pieza ni se acerca, ya le voy a decir a esa guacha, aunque sea que me lave la ropa sucia.

Uy qué cara, mirá las ojeras. ¿Estoy buena eh? Mirame las lolas, todavía no se caen, el culito firme y las gambas, ni que me castigara horas en el gimnasio. Yo ni loca hago lo de Lau, todo el día en la cinta y los fierros, yo me mantengo porque sí nomás, ¡qué se yo! ¡Upa upa!, me tengo que hacer el cavado, ya no estamos en verano para ir a la Florida, pero una nunca sabe cuando tiene que mostrarse y depilarse a los apurones es horrible. Pensando en eso, cuánto hace que ningún vago que valga la pena se cruza en mi vida, un tiempito más y vuelvo a ser virgen. Bueno, me voy a bañar porque esto de mirarme en bolas en el espejo grande me da cosita, como que me calienta un poco.

A ver, esta mini evasé de jean no, me hace pinta de nenita trola como la Lopilato, mejor me pongo el vaquero elastizado y la remera azul. Sí, me queda bien, total, no voy a ningún lugar especial.

Hola má, te saco una manzana. No, desayuno no quiero, chau, no me esperes a comer. Ufa, sí te llamo cualquier cosa. Me llevo el celu. Dale con las preguntas, voy a lo de Lau, después no sé, chau, chau.

¿Dónde voy?, Lau está en la facultad, yo no estudio así que nada que ver. La Pato labura corrido, yo no laburo ni quiero tampoco, eso de horarios y jefes no me gusta nada. A lo de la Pato no puedo ir, me voy al centro y veo, allí viene la K.

La peatonal es un plomo, nada interesante, todo el mundo va apurado a algún lado, compran cosas, entran a un banco, todos con las caras metidas para adentro, ni una buena onda, una sonrisa o cara de estar al pedo. ¿Seré la única en el mundo que vive al pedo?.

A ver, agarremos por Sarmiento, Homo Sapiens, una librería. Cuánto hace que no entro a una. Qué digo, nunca entré, solo a la Renom, cerca de la Pestalozi cuando estaba en la primaria y también en la secundaria, solo a comprar los útiles y algún libro que pedían los profes. Lindo barcito, a ver los libros que tienen. ¿Y si leo algo mientras como?, tengo hambre. Este parece corto, no tiene dibujitos pero bueno, si no se lo regalo a Miguel que tiene pinta de intelectual, seguro que es de los que lee, si no para qué tiene los lentes, ¿cuánto es?, tome.

¿Qué pido?, viene la moza, bueno, un tostado y una Mirinda, con un platito de papas de copetín. A ver quién escribió esto, Martín Rejtman, y es nuevo, del ante año. Empecemos, leer, leer, no debe ser tan malo, mucha gente debe leer, porque todos estos libros alguien los comprará y no creo que sean de adorno nomás.

Mmm, qué hambre tenía, está bueno este tostado. Y el bomboncito ese de la mesa de la ventana, re bueno, pero ni me mira, se traga el libraco como si comiera un merengue de crema chantilly. Lee como loco, leer, leer, yo también dije que iba a leer esto de Literatura y otros cuentos. Vaya nombre para empezar, me la llevé siempre en la secundaria, con De Amores y Otros Demonios no pegaba una y con don Segundo Sombra menos. Cuando leímos Como Agua Para Chocolate me entusiasmé un poco más, no sé, debe ser por los cuernos cruzados entre Rosaura, la hermana y el tipo, las comidas raras y los olores de Rosaura hasta que reventó. ¡Mirá de todo lo que me acuerdo!, ni sabía que me acordaba de algo, pero me la llevé igual. Casi todas me llevaba, era como un juego, joda todo el año, me reventaba quince días en febrero y en marzo las metía todas bien y de nuevo joda todo el año, hasta hace más de tres años. Terminé quinto y después nada; nada no, joda y siempre joda, como hoy. ¿Qué joda?. Cierto que iba a leer, bueno, empecemos.

“Paro un segundo de bailar y me doy cuenta de que estoy agitado, mm mm blm ña... .. .. .... .. ta, ta, ta.... Son las dos y cuarto de la tarde, mi madre abre la puerta, mm, mm, ta, ......, ......,....., Creo que cantan en otro idioma, un idioma inventado, un idioma que hablan únicamente los turistas.”

Uy que bando tienen estos, raye total, estos sí que joda, joda y joda ¿viste?. Bueno, sigo leyendo, ¿seré yo?, ¿leyendo yo?. Un cortado doble con vainillas. Sigo leyendo. No puedo parar. Otro café chiquita por favor. Sigo leyendo, el bombón de la ventana ni vi cuando se fue. Leo. ¡Ya es de noche!, ¡me tragué todo el libro!, estoy medio mareada de tanto leer. Me cansé de tanta locura, me parecía que en una de esas hablaban de mí, algunas cosas las hago yo casi tal cual, salvo droga y pastillas muchas cosas es lo mismo, chupar, bailar, nada, huecos, joda, huecos.

Me vuelvo a casa, es tarde. Hola pá, ¡MAAA, llegué!, ¿me llamó Lau?, ¿no?, bueno, la llamo yo, ¿me prepararías unos fideos con crema plis má?.

Hola ¿Lau?, qué tal, todo bien?, si...., si.... Ni te cuento ¿sabés?, me tragué todo un libraco enooorrrme que hablaba de mi, de nosotros, ¿entendés?, así que todo bien, nada, no tengo que buscar más, un día aparece un loco, escribe mi historia y ya estoy en un libro de las librerías y listo. Bueno, chau, mañana hablamos, me voy a comer unos fideos y después me acuesto a ver la tele. Mañana empezamos de nuevo.

Por Oscar Daniel Tartabull

sábado, 20 de junio de 2009

Invita a usted a su ciclo de lectura de poesía
el martes 23 de junio a las 20:00
Subsede, San Lorenzo y Entre Ríos.
Participarán los poetas
Pablo Darío Castro
Gabriel Baudo
Horacio Aige
Presentaciones a cargo de:
Roberto Lobos
Las próximas lecturas serán tomadas en el mismo lugar, es decir entre los concurrentes a las actos. Su presencia será particularmente grata

POETAS DEL TERCER MUNDO (22-06-2009)

miércoles, 17 de junio de 2009

El PRÍNCIPE FELIZ


(Un cuento clásico para releer).
En la parte más alta de la ciudad, sobre una columnita, se alzaba la estatua del Príncipe Feliz. Estaba toda revestida de madreselva de oro fino. Tenía, a guisa de ojos, dos centelleantes zafiros y un gran rubí rojo ardía en el puño de su espada.Por todo lo cual era muy admirada.-Es tan hermoso como una veleta -observó uno de los miembros del Concejo que deseaba granjearse una reputación de conocedor en el arte-. Ahora, que no es tan útil -añadió, temiendo que le tomaran por un hombre poco práctico.Y realmente no lo era.-¿Por qué no eres como el Príncipe Feliz? -preguntaba una madre cariñosa a su hijito, que pedía la luna-. El Príncipe Feliz no hubiera pensado nunca en pedir nada a voz en grito.-Me hace dichoso ver que hay en el mundo alguien que es completamente feliz -murmuraba un hombre fracasado, contemplando la estatua maravillosa.-Verdaderamente parece un ángel -decían los niños hospicianos al salir de la catedral, vestidos con sus soberbias capas escarlatas y sus bonitas chaquetas blancas.-¿En qué lo conocéis -replicaba el profesor de matemáticas- si no habéis visto uno nunca?-¡Oh! Los hemos visto en sueños -respondieron los niños.Y el profesor de matemáticas fruncía las cejas, adoptando un severo aspecto, porque no podía aprobar que unos niños se permitiesen soñar.Una noche voló una golondrinita sin descanso hacia la ciudad.Seis semanas antes habían partido sus amigas para Egipto; pero ella se quedó atrás.Estaba enamorada del más hermoso de los juncos. Lo encontró al comienzo de la primavera, cuando volaba sobre el río persiguiendo a una gran mariposa amarilla, y su talle esbelto la atrajo de tal modo, que se detuvo para hablarle.-¿Quieres que te ame? -dijo la Golondrina, que no se andaba nunca con rodeos.Y el Junco le hizo un profundo saludo.Entonces la Golondrina revoloteó a su alrededor rozando el agua con sus alas y trazando estelas de plata.Era su manera de hacer la corte. Y así transcurrió todo el verano.-Es un enamoramiento ridículo -gorjeaban las otras golondrinas-. Ese Junco es un pobretón y tiene realmente demasiada familia.Y en efecto, el río estaba todo cubierto de juncos.Cuando llegó el otoño, todas las golondrinas emprendieron el vuelo.Una vez que se fueron sus amigas, sintióse muy sola y empezó a cansarse de su amante.-No sabe hablar -decía ella-. Y además temo que sea inconstante porque coquetea sin cesar con la brisa.Y realmente, cuantas veces soplaba la brisa, el Junco multiplicaba sus más graciosas reverencias.-Veo que es muy casero -murmuraba la Golondrina-. A mí me gustan los viajes. Por lo tanto, al que me ame, le debe gustar viajar conmigo.-¿Quieres seguirme? -preguntó por último la Golondrina al Junco.Pero el Junco movió la cabeza. Estaba demasiado atado a su hogar.-¡Te has burlado de mí! -le gritó la Golondrina-. Me marcho a las Pirámides. ¡Adiós!Y la Golondrina se fue.Voló durante todo el día y al caer la noche llegó a la ciudad.-¿Dónde buscaré un abrigo? -se dijo-. Supongo que la ciudad habrá hecho preparativos para recibirme.Entonces divisó la estatua sobre la columnita.-Voy a cobijarme allí -gritó- El sitio es bonito. Hay mucho aire fresco.Y se dejó caer precisamente entre los pies del Príncipe Feliz.-Tengo una habitación dorada -se dijo quedamente, después de mirar en torno suyo.Y se dispuso a dormir.Pero al ir a colocar su cabeza bajo el ala, he aquí que le cayó encima una pesada gota de agua.-¡Qué curioso! -exclamó-. No hay una sola nube en el cielo, las estrellas están claras y brillantes, ¡y sin embargo llueve! El clima del norte de Europa es verdaderamente extraño. Al Junco le gustaba la lluvia; pero en él era puro egoísmo.Entonces cayó una nueva gota.-¿Para qué sirve una estatua si no resguarda de la lluvia? -dijo la Golondrina-. Voy a buscar un buen copete de chimenea.Y se dispuso a volar más lejos. Pero antes de que abriese las alas, cayó una tercera gota.La Golondrina miró hacia arriba y vio... ¡Ah, lo que vio!Los ojos del Príncipe Feliz estaban arrasados de lágrimas, que corrían sobre sus mejillas de oro.Su faz era tan bella a la luz de la luna, que la Golondrinita sintióse llena de piedad.-¿Quién sois? -dijo.-Soy el Príncipe Feliz.-Entonces, ¿por qué lloriqueáis de ese modo? -preguntó la Golondrina-. Me habéis empapado casi.-Cuando estaba yo vivo y tenía un corazón de hombre -repitió la estatua-, no sabía lo que eran las lágrimas porque vivía en el Palacio de la Despreocupación, en el que no se permite la entrada al dolor. Durante el día jugaba con mis compañeros en el jardín y por la noche bailaba en el gran salón. Alrededor del jardín se alzaba una muralla altísima, pero nunca me preocupó lo que había detrás de ella, pues todo cuanto me rodeaba era hermosísimo. Mis cortesanos me llamaban el Príncipe Feliz y, realmente, era yo feliz, si es que el placer es la felicidad. Así viví y así morí y ahora que estoy muerto me han elevado tanto, que puedo ver todas las fealdades y todas las miserias de mi ciudad, y aunque mi corazón sea de plomo, no me queda más recurso que llorar.«¡Cómo! ¿No es de oro de buena ley?», pensó la Golondrina para sus adentros, pues estaba demasiado bien educada para hacer ninguna observación en voz alta sobre las personas.-Allí abajo -continuó la estatua con su voz baja y musical-, allí abajo, en una callejuela, hay una pobre vivienda. Una de sus ventanas está abierta y por ella puedo ver a una mujer sentada ante una mesa. Su rostro está enflaquecido y ajado. Tiene las manos hinchadas y enrojecidas, llenas de pinchazos de la aguja, porque es costurera. Borda pasionarias sobre un vestido de raso que debe lucir, en el próximo baile de corte, la más bella de las damas de honor de la Reina. Sobre un lecho, en el rincón del cuarto, yace su hijito enfermo. Tiene fiebre y pide naranjas. Su madre no puede darle más que agua del río. Por eso llora. Golondrina, Golondrinita, ¿no quieres llevarle el rubí del puño de mi espada? Mis pies están sujetos al pedestal, y no me puedo mover.-Me esperan en Egipto -respondió la Golondrina-. Mis amigas revolotean de aquí para allá sobre el Nilo y charlan con los grandes lotos. Pronto irán a dormir al sepulcro del Gran Rey. El mismo Rey está allí en su caja de madera, envuelto en una tela amarilla y embalsamado con sustancias aromáticas. Tiene una cadena de jade verde pálido alrededor del cuello y sus manos son como unas hojas secas.-Golondrina, Golondrina, Golondrinita - dijo el Príncipe-, ¿no te quedarás conmigo una noche y serás mi mensajera? ¡Tiene tanta sed el niño y tanta tristeza la madre!-No creo que me agraden los niños -contestó la Golondrina-. El invierno último, cuando vivía yo a orillas del río, dos muchachos mal educados, los hijos del molinero, no paraban un momento en tirarme piedras. Claro es que no me alcanzaban. Nosotras las golondrinas volamos demasiado bien para eso y además yo pertenezco a una familia célebre por su agilidad; mas, a pesar de todo, era una falta de respeto.Pero la mirada del Príncipe Feliz era tan triste que la Golondrinita se quedó apenada.-Mucho frío hace aquí -le dijo-; pero me quedaré una noche con vos y seré vuestra mensajera.-Gracias, Golondrinita -respondió el Príncipe.Entonces la Golondrinita arrancó el gran rubí de la espada del Príncipe y, llevándolo en el pico, voló sobre los tejados de la ciudad.Pasó sobre la torre de la catedral, donde había unos ángeles esculpidos en mármol blanco.Pasó sobre el palacio real y oyó la música de baile.Una bella muchacha apareció en el balcón con su novio.-¡Qué hermosas son las estrellas -la dijo- y qué poderosa es la fuerza del amor!-Querría que mi vestido estuviese acabado para el baile oficial -respondió ella-. He mandado bordar en él unas pasionarias ¡pero son tan perezosas las costureras!Pasó sobre el río y vio los fanales colgados en los mástiles de los barcos. Pasó sobre el gueto y vio a los judíos viejos negociando entre ellos y pesando monedas en balanzas de cobre.Al fin llegó a la pobre vivienda y echó un vistazo dentro. El niño se agitaba febrilmente en su camita y su madre habíase quedado dormida de cansancio.La Golondrina saltó a la habitación y puso el gran rubí en la mesa, sobre el dedal de la costurera. Luego revoloteó suavemente alrededor del lecho, abanicando con sus alas la cara del niño.-¡Qué fresco más dulce siento! -murmuró el niño-. Debo estar mejor.Y cayó en un delicioso sueño.Entonces la Golondrina se dirigió a todo vuelo hacia el Príncipe Feliz y le contó lo que había hecho.-Es curioso -observa ella-, pero ahora casi siento calor, y sin embargo, hace mucho frío.Y la Golondrinita empezó a reflexionar y entonces se durmió. Cuantas veces reflexionaba se dormía.Al despuntar el alba voló hacia el río y tomó un baño.-¡Notable fenómeno! -exclamó el profesor de ornitología que pasaba por el puente-. ¡Una golondrina en invierno!Y escribió sobre aquel tema una larga carta a un periódico local.Todo el mundo la citó. ¡Estaba plagada de palabras que no se podían comprender!...-Esta noche parto para Egipto -se decía la Golondrina.Y sólo de pensarlo se ponía muy alegre.Visitó todos los monumentos públicos y descansó un gran rato sobre la punta del campanario de la iglesia.Por todas parte adonde iba piaban los gorriones, diciéndose unos a otros:-¡Qué extranjera más distinguida!Y esto la llenaba de gozo. Al salir la luna volvió a todo vuelo hacia el Príncipe Feliz.-¿Tenéis algún encargo para Egipto? -le gritó-. Voy a emprender la marcha.-Golondrina, Golondrina, Golondrinita -dijo el Príncipe-, ¿no te quedarás otra noche conmigo?-Me esperan en Egipto -respondió la Golondrina-. Mañana mis amigas volarán hacia la segunda catarata. Allí el hipopótamo se acuesta entre los juncos y el dios Memnón se alza sobre un gran trono de granito. Acecha a las estrellas durante la noche y cuando brilla Venus, lanza un grito de alegría y luego calla. A mediodía, los rojizos leones bajan a beber a la orilla del río. Sus ojos son verdes aguamarinas y sus rugidos más atronadores que los rugidos de la catarata.-Golondrina, Golondrina, Golondrinita -dijo el Príncipe-, allá abajo, al otro lado de la ciudad, veo a un joven en una buhardilla. Está inclinado sobre una mesa cubierta de papeles y en un vaso a su lado hay un ramo de violetas marchitas. Su pelo es negro y rizoso y sus labios rojos como granos de granada. Tiene unos grandes ojos soñadores. Se esfuerza en terminar una obra para el director del teatro, pero siente demasiado frío para escribir más. No hay fuego ninguno en el aposento y el hambre le ha rendido.-Me quedaré otra noche con vos -dijo la Golondrina, que tenía realmente buen corazón-. ¿Debo llevarle otro rubí?-¡Ay! No tengo más rubíes -dijo el Príncipe-. Mis ojos es lo único que me queda. Son unos zafiros extraordinarios traídos de la India hace un millar de años. Arranca uno de ellos y llévaselo. Lo venderá a un joyero, se comprará alimento y combustible y concluirá su obra.-Amado Príncipe -dijo la Golondrina-, no puedo hacer eso.Y se puso a llorar.-¡Golondrina, Golondrina, Golondrinita! -dijo el Príncipe-. Haz lo que te pido.Entonces la Golondrina arrancó el ojo del Príncipe y voló hacia la buhardilla del estudiante. Era fácil penetrar en ella porque había un agujero en el techo. La Golondrina entró por él como una flecha y se encontró en la habitación.El joven tenía la cabeza hundida en las manos. No oyó el aleteo del pájaro y cuando levantó la cabeza, vio el hermoso zafiro colocado sobre las violetas marchitas.-Empiezo a ser estimado -exclamó-. Esto proviene de algún rico admirador. Ahora ya puedo terminar la obra.Y parecía completamente feliz.Al día siguiente la Golondrina voló hacia el puerto.Descansó sobre el mástil de un gran navío y contempló a los marineros que sacaban enormes cajas de la cala tirando de unos cabos.-¡Ah, iza! -gritaban a cada caja que llegaba al puente.-¡Me voy a Egipto! -les gritó la Golondrina.Pero nadie le hizo caso, y al salir la luna, volvió hacia el Príncipe Feliz.-He venido para deciros adiós -le dijo.-¡Golondrina, Golondrina, Golondrinita! -exclamó el Príncipe-. ¿No te quedarás conmigo una noche más?-Es invierno -replicó la Golondrina- y pronto estará aquí la nieve glacial. En Egipto calienta el sol sobre las palmeras verdes. Los cocodrilos, acostados en el barro, miran perezosamente a los árboles, a orillas del río. Mis compañeras construyen nidos en el templo de Baalbeck. Las palomas rosadas y blancas las siguen con los ojos y se arrullan. Amado Príncipe, tengo que dejaros, pero no os olvidaré nunca y la primavera próxima os traeré de allá dos bellas piedras preciosas con que sustituir las que disteis. El rubí será más rojo que una rosa roja y el zafiro será tan azul como el océano.-Allá abajo, en la plazoleta -contestó el Príncipe Feliz-, tiene su puesto una niña vendedora de cerillas. Se le han caído las cerillas al arroyo, estropeándose todas. Su padre le pegará si no lleva algún dinero a casa, y está llorando. No tiene ni medias ni zapatos y lleva la cabecita al descubierto. Arráncame el otro ojo, dáselo y su padre no le pegará.-Pasaré otra noche con vos -dijo la Golondrina-, pero no puedo arrancaros el ojo porque entonces os quedaríais ciego del todo.-¡Golondrina, Golondrina, Golondrinita! -dijo el Príncipe-. Haz lo que te mando.Entonces la Golondrina volvió de nuevo hacia el Príncipe y emprendió el vuelo llevándoselo.Se posó sobre el hombro de la vendedorcita de cerillas y deslizó la joya en la palma de su mano.-¡Qué bonito pedazo de cristal! -exclamó la niña, y corrió a su casa muy alegre.Entonces la Golondrina volvió de nuevo hacia el Príncipe.- Ahora estáis ciego. Por eso me quedaré con vos para siempre.-No, Golondrinita -dijo el pobre Príncipe-. Tienes que ir a Egipto.-Me quedaré con vos para siempre -dijo la Golondrina.Y se durmió entre los pies del Príncipe. Al día siguiente se colocó sobre el hombro del Príncipe y le refirió lo que habla visto en países extraños.Le habló de los ibis rojos que se sitúan en largas filas a orillas del Nilo y pescan a picotazos peces de oro; de la esfinge, que es tan vieja como el mundo, vive en el desierto y lo sabe todo; de los mercaderes que caminan lentamente junto a sus camellos, pasando las cuentas de unos rosarios de ámbar en sus manos; del rey de las montañas de la Luna, que es negro como el ébano y que adora un gran bloque de cristal; de la gran serpiente verde que duerme en una palmera y a la cual están encargados de alimentar con pastelitos de miel veinte sacerdotes; y de los pigmeos que navegan por un gran lago sobre anchas hojas aplastadas y están siempre en guerra con las mariposas.-Querida Golondrinita -dijo el Príncipe-, me cuentas cosas maravillosas, pero más maravilloso aún es lo que soportan los hombres y las mujeres. No hay misterio más grande que la miseria. Vuela por mi ciudad, Golondrinita, y dime lo que veas.Entonces la Golondrinita voló por la gran ciudad y vio a los ricos que se festejaban en sus magníficos palacios, mientras los mendigos estaban sentados a sus puertas.Voló por los barrios sombríos y vio las pálidas caras de los niños que se morían de hambre, mirando con apatía las calles negras.Bajo los arcos de un puente estaban acostados dos niñitos abrazados uno a otro para calentarse.-¡Qué hambre tenemos! -decían.-¡No se puede estar tumbado aquí! -les gritó un guardia.Y se alejaron bajo la lluvia.Entonces la Golondrina reanudó su vuelo y fue a contar al Príncipe lo que había visto.-Estoy cubierto de oro fino -dijo el Príncipe-; despréndelo hoja por hoja y dáselo a mis pobres. Los hombres creen siempre que el oro puede hacerlos felices.Hoja por hoja arrancó la Golondrina el oro fino hasta que el Príncipe Feliz se quedó sin brillo ni belleza.Hoja por hoja lo distribuyó entre los pobres, y las caritas de los niños se tornaron nuevamente sonrosadas y rieron y jugaron por la calle.-¡Ya tenemos pan! -gritaban.Entonces llegó la nieve y después de la nieve el hielo.Las calles parecían empedradas de plata por lo que brillaban y relucían.Largos carámbanos, semejantes a puñales de cristal, pendían de los tejados de las casas. Todo el mundo se cubría de pieles y los niños llevaban gorritos rojos y patinaban sobre el hielo.La pobre Golondrina tenía frío, cada vez más frío, pero no quería abandonar al Príncipe: le amaba demasiado para hacerlo.Picoteaba las migas a la puerta del panadero cuando éste no la veía, e intentaba calentarse batiendo las alas.Pero, al fin, sintió que iba a morir. No tuvo fuerzas más que para volar una vez más sobre el hombro del Príncipe.-¡Adiós, amado Príncipe! -murmuró-. Permitid que os bese la mano.-Me da mucha alegría que partas por fin para Egipto, Golondrina -dijo el Príncipe-. Has permanecido aquí demasiado tiempo. Pero tienes que besarme en los labios porque te amo.-No es a Egipto adonde voy a ir -dijo la Golondrina-. Voy a ir a la morada de la Muerte. La Muerte es hermana del Sueño, ¿verdad?Y besando al Príncipe Feliz en los labios, cayó muerta a sus pies.En el mismo instante sonó un extraño crujido en el interior de la estatua, como si se hubiera roto algo.El hecho es que la coraza de plomo se habla partido en dos. Realmente hacia un frío terrible.A la mañana siguiente, muy temprano, el alcalde se paseaba por la plazoleta con dos concejales de la ciudad.Al pasar junto al pedestal, levantó sus ojos hacia la estatua.-¡Dios mío! -exclamó-. ¡Qué andrajoso parece el Príncipe Feliz!-¡Sí, está verdaderamente andrajoso! -dijeron los concejales de la ciudad, que eran siempre de la opinión del alcalde.Y levantaron ellos mismos la cabeza para mirar la estatua.-El rubí de su espada se ha caído y ya no tiene ojos, ni es dorado -dijo el alcalde- En resumidas cuentas, que está lo mismo que un pordiosero.-¡Lo mismo que un pordiosero! -repitieron a coro los concejales.-Y tiene a sus pies un pájaro muerto -prosiguió el alcalde-. Realmente habrá que promulgar un bando prohibiendo a los pájaros que mueran aquí.Y el secretario del Ayuntamiento tomó nota para aquella idea.Entonces fue derribada la estatua del Príncipe Feliz.-¡Al no ser ya bello, de nada sirve! -dijo el profesor de estética de la Universidad.Entonces fundieron la estatua en un horno y el alcalde reunió al Concejo en sesión para decidir lo que debía hacerse con el metal.-Podríamos -propuso- hacer otra estatua. La mía, por ejemplo.-O la mía -dijo cada uno de los concejales.Y acabaron disputando.-¡Qué cosa más rara! -dijo el oficial primero de la fundición-. Este corazón de plomo no quiere fundirse en el horno; habrá que tirarlo como desecho.Los fundidores lo arrojaron al montón de basura en que yacía la golondrina muerta.-Tráeme las dos cosas más preciosas de la ciudad -dijo Dios a uno de sus ángeles.Y el ángel se llevó el corazón de plomo y el pájaro muerto.-Has elegido bien -dijo Dios-. En mi jardín del Paraíso este pajarillo cantará eternamente, y en mi ciudad de oro el Príncipe Feliz repetirá mis alabanzas.

Un cuento de Oscar Wilde

lunes, 15 de junio de 2009

LA GRAN SORPRESA

Los diarios, la radio y la tele continuamente recordaban que el veinte de julio por primera vez, el hombre caminaría sobre la misteriosa superficie lunar. Era el tema preferido de todos, pensaban que un gran misterio podría develarse; se preguntaban ¿estará habitada?, ¿podremos comunicarnos con ellos?, ¿serán parecidos a nosotros?; estas y otras dudas rodeaban al acontecimiento del siglo.
Como era costumbre su madre se dedicó a organizar el evento, mirar por tele la llegada del hombre a la Luna. Primero llamó a las tías Elisa y Angélica que vivían en Roldán en aquella antigua casa familiar, a fin de confirmar la existencia de un televisor que pudiera registrar con claridadlo que iba a suceder en el espacio celeste. Luego tomó el teléfono, esa siniestra caja negra que alteró durante años la siesta de Rosetta, la abuela; invitó a sus sobrinas para que la acompañaran, ya que era arriesgado viajar solas y de noche, por una ruta poco transitada
Para culminar las tareas previas decidió preparar bocaditos dulces y una torta de chocolate, dicha receta había sido guardada durante años como sí fuera un secreto de los Templarios. Susi escuchó a su madre decir: por favor debes ayudarme esto es importante y disponemos de muy poco tiempo, el tiempo para su madre era como un chicle, lo acomodaba según más le convenía.
La semana anterior, Susi, ante el posible arribo del hombre a la Luna, decidió buscar en la biblioteca familiar los cuentos de Ray Bradbury que su abuela tiempo atrás le había regalado, seleccionó uno de ellos, Calidoscopio, y decidió leerlo nuevamente; era emocionante pensar en la posibilidad de que la ficción de Bradbury pudiera convertirse en realidad, como lo había soñado durante su infancia mientras leía escondida, ante el temor que le provocaba la presencia de Sor Paula, revoloteando como un cuervo por el dormitorio de la escuela donde estaba pupila.
Llegó el gran día. Salieron de Rosario después de cenar frugalmente y pasaron a buscar a sus primas; él tío, clásico alarmista, desde el balcón exclamó: -¡tengan cuidado, la ruta de noche es peligrosa para mujeres solas! -, a nadie pareció interesarle su opinión, la misión era muy emocionante y no merecía la pena detenerse en detalles poco importantes.
Durante el viaje recordaron sus aventuras pueblerinas en las noches de luna llena leyendo cuentos de terror, vestidas de brujas, persiguiendo fantasmas imaginarios mientras las creían dormidas. Sin darse cuenta habían llegado a destino, la vieja casona se veía diferente, todo parecía distinto, las luces de la calle eran muy tenues, los árboles que la rodeaban estaban sin hojas por la llegada del invierno. Un viento frío despeinó sus rulos al bajar del auto y el ruido del portón oxidado las recibió con desgano. De improviso el farol que estaba junto a la ventana iluminó la galería y aparecieron las tías muy sonrientes, calmando el temor de todas, incluyendo el de Mimí, la gata siamesa que formaba parte de ese grupo de aventureras.
A partir de ese momento comenzaron los últimos preparativos para participar del evento del siglo. Se distribuyeron las tareas, prender la tele, acomodar los sillones y preparar café, té, chocolate o mate, como era costumbre nunca se ponían de acuerdo sobre qué infusión tomar; juntas parecían una orquesta de señoritas esperando su debut en algún teatro olvidado.
La pantalla del televisor no lograba trasmitir con nitidez lo que sucedía a millones de kilómetros en el espacio celeste, esto creó un suspenso propio de una película de Alfred Hitchcock, todas luchaban para eliminar esa lluvia molesta sacudiendo la pobre antena, mientras los astronautas caminaban sobre la superficie lunar, ignorando el drama familiar: no poder ver al hombre pisotear alegremente la superficie lunar, hasta ese momento virgen.
De pronto, Susi oyó un sonido extraño que llegaba desde el patio, nadie pareció notarlo; tomó la linterna y se asomó por la puerta de la cocina, todo estaba muy oscuro, caminó algunos pasos y notó que el césped junto a la casa había desaparecido por la helada, un brillante manto de rocío lo cubría; se acercó lentamente y observó unas huellas muy especiales que iban directo a la cochera. Su prima Vivi que seguía sus pasos, le susurró: -esas huellas son extrañas, no son pisadas humanas -.
Eran huellas pequeñas apenas dejaban su marca sobre la tierra húmeda; nuevamente Vivi le susurró: -nosotros fuimos a la luna y ellos nos devuelven la visita -. Susi recuperó la respiración, se armó de valor, tomó el rastrillo y con la poca valentía que le quedaba empujó la puerta de madera de la cochera; vaya sorpresa, se encontró con el extraterrestre tan soñado por su prima... La tortuga Renata que se había despertado de su largo sueño invernal gracias al tremendo alboroto familiar intentaba buscar un nuevo refugio.
Exactamente cuatro años después, un frío día de invierno, Susi giró la cabeza, y sobre una larga alfombra roja vio sus pisadas saliendo de la iglesia, con su coqueto traje de novia; como la tortuga Renata, partía en busca de un lugar en el mundo, donde la luna brillara iluminando su camino y, por curioso que parezca, era un veinte de julio.

Por Graciela Didier

domingo, 14 de junio de 2009

FRAGMENTO DE “DIARIO DE MI VIAJE AL FIN DEL MUNDO”


Enero/Febrero/2007
Ushuaia está en la costa sur del Tierra del Fuego. Antes que nada: ¿Sabés qué quiere decir Ushuaia en voz aborigen?: significa “bahía que penetra hacia el poniente”
¿Y Tierra del Fuego?: los fogones que encendían los aborígenes para protegerse de estos helados climas les valió el nombre de “Tierra de los Fuegos” y los artificios que usaban en los pies el de “patones” o “patagones”. De ahí surgieron entonces los nombres con que los conocemos: Tierra del Fuego y Patagonia.
La montaña Olivia, un pico de granito que domina el perfil de la ciudad, es una deformación idiomática de Alijeba, que significa “punta de arpón que mira a la bahía”.
Todo un bagaje cultural se asomó fugazmente con Hernando de Magallanes a su paso por el estrecho. Es muy probable que él no haya tenido conciencia de que así fuera, ya que su objetivo era bien diferente, pero los pueblos que lo vieron pasar se hubieran asombrado de haber podido observar la complejidad del arte renacentista en la música que ellos usaban, una de las más primitivas del continente. La música patagónica comprende el orgullo de los Tehuelches, que habitaban la Patagonia Oriental al norte del Estrecho y los de los pueblos fueguinos conocidos como Ona que ocupaban la isla grande de Tierra del Fuego, los Alcalufes estaban diseminados por las islas y canales de la Patagonia Occidental desde el Golfo de Penas y el Estrecho y los Yáganes o Yámanas que ocupaban los archipiélagos australes entre el Canal de Beagle y el Cabo de Hornos. De lo mitología Ona considerados como menos primitivos que Yáganes y Alcalufes, extraigo esta historia que se divide en ocho épocas:
Época de las montañas: Esto es, de los hombres más antiguos, mujeres y familias que se transformaron en montes.
Época del gobierno de las mujeres: Que terminó con el “mnámatem” (matanza de mujeres).
Época de los héroes cazadores: Que después se transformaron en pájaros y animales.
Época de la subida al cielo del sol: Cuando persiguió a la luna.
Época del Kuanip: El sol comienza a esconderse un poco bajo el horizonte y transforma a muchos hombres en pájaros y otros animales. Durante esta época el guanaco se vuelve salvaje.
Época del mito de la cotorra: Que fue la causa que se enrojecieran las hojas en otoño.
Época del mito de la cabeza ambulante: Y de los grandes doctores o “Kones” que gobiernan el tiempo.
Época presente: Que los aborígenes recordaban con mucha exactitud.

Cuando un buen número de muchachos se encontraban aptos para la iniciación de la vida, se reunían parientes y amigos en un sector abrigado, donde hubiera posibilidades de caza y allí construían su “Kauyi” (casa). Era necesario preparar a los jóvenes para la vida. Que dejaran de ser niños. Que pensaran y actuaran como hombres, siendo responsables y preparándose para formar sus propios hogares. A los aspirantes se los amenazaba con la pena de muerte en caso de que se atrevieran a revelar a las mujeres o a los niños, algo de lo que por primera vez en sus vidas iban a conocer. Con grandes troncos se levantaba, retirada del grupo de toldos, una enorme cabaña cónica, el “hain” (padre), de base lo suficientemente amplia como para contener a los participantes. Mientras tanto, a los jóvenes aspirantes, uno a uno, se los sometía a lugares solitarios y en medio de la noche a duras pruebas de valor. Se los atacaba de improviso imitando fantásticas apariciones acompañadas de fuegos y estridentes gritos; luego, si este ejercicio había sido satisfactorio, se les enviaba durante varios días a lugares distantes. Debían sortear el hambre, el hielo, la soledad, el miedo, por primera vez sentidos tan agudamente. A su vuelta aún les restaba recorrer y demostrar su buen estado de ánimo.
Él debía ser un hombre apto, resistente y completo. Solo entonces ingresaba a la cabaña del Klóketen. Allí soportaría primeramente durante un rato una brasa viva en un brazo. De nuevo se lo conminaba a guardar absoluto secreto sobre todo lo que se le iba a revelar. La muerte inmediata sería el castigo si se lo traicionaba.
El más sabio de los ancianos dirigía las ceremonias, comenzando con la narración del mito ancestral:
“En tiempos remotos el sol, la luna, las montañas, el zorro, y el guanaco, el caiquén, la ballena, el gusano, la mariposa, los árboles y las piedras, andaban como hombres por la tierra. Entonces los hombres estaban sometidos a las mujeres. Ellas mandaban y subyugaban a sus maridos en forma inicua, aterrorizándoles constantemente y exigiéndoles abundante carne y leña. La poderosa mujer luna inventó un secreto juego con el fin de mantener para siempre tan abusadora costumbre. Cada mujer se pintaba el cuerpo de diferente manera y cubría su cabeza con un capuchón hecho de corteza. Salían en la noche desde una gran cabaña y anunciaban a gritos ser espíritus extraordinarios llegados del cerro o del centro de la tierra, cuya misión consistía en castigar duramente a los hombres que no se sometieran. El terror los mantenía en una existencia vejatoria. Cierta vez en que todas las mujeres se reunieron para celebrar un memorable Klóketen, extremaron sus durísimas exigencias. Mientras algunos hombres cuidaban a los niños, otros, tras agotadoras jornadas, trajeron abundante carne. Uno de ellos, eximio cazador, el sol, agotado por la larga caminata y el abrumador peso de un enorme guanaco que había cobrado, se sentó a descansar tras unos arbustos. Desde allí observó a dos jóvenes ya crecidas que, bañándose plácidamente conversaban entre risas. Se aproximó cauteloso y escuchó claramente las burlonas alusiones de las mujeres a las mentiras con que subyugaban a los cándidos varones. Perplejo, el sol cayó en la cuenta del gran engaño. Inmediatamente participó a los demás varones de su descubrimiento. Enfurecidos, cuando las mujeres estaban dentro de la gran cabaña de improviso llegaron sobre ellas, matándolas a todas sin conmoverse por sus llantos y ruegos. Solo temieron matar a la luna para evitar que el firmamento cayera, pero el sol salió en su persecución para golpearla y hoy aun se la ve huyendo por el espacio. De vuelta al campamento mataron también a todas las niñas, respetando solo a las que no habían cumplido los doce años. Entonces los hombres decidieron comenzar sus propios Klóketen y someter perpetuamente a sus mujeres. De ahí que el sigilo debe ser guardado. Los iniciados saben así el sentido de las ceremonias. Saben callar y guardarán para toda la vida el secreto”.
(Texto extraído del libro “Raíces Magallánicas”, del escritor chileno Mario I. Moreno, residente de Punta Arenas)
Por Angélica Larrea

sábado, 13 de junio de 2009

DE "LA DIVINA COMEDIA" (versión escénica en Buenos Aires)


Para todos y en especial para la gente del taller de lectura, artículo imperdible publicado en "Ñ" revista de cultura, (13/06/2009)
Roberto Benigni: "Dante lidió con los Berlusconi de su época"
El actor y director italiano llega a Buenos Aires con una versión escénica de "La Divina Comedia" que posicionó, en pleno siglo XXI, al poema de Dante en las listas de best-sellers italianas. En una charla exclusiva con Ñ, Benigni sostiene que el genial autor toscano escribió toda su obra en un "eterno presente".
Por:
Guido Carelli Lynch

viernes, 12 de junio de 2009

EN EL DIA DEL ESCRITOR, UN SALUDO A TODOS

Entre los literatos asistentes el día martes al Taller, mientras zigzagueamos por las palabras de Juan José Arreola en “Parábola Del Trueque” nos quedó la duda de la procedencia de las rubias circasianas, por lo que inmediatamente ordené a mis investigadores que viajasen a la república rusa de Karachay-Cherkessia donde los circasianos son el once por ciento de la población. Era en Rusia una época matriarcal y de gran longevidad de las mujeres cuando estos circasianos emigraron desde Kabardino-Balkaria entre 1780 y 1825 y estas casi amazonas no murieron jamás, entonces un inescrupuloso otomano infiltrado, puso un taller de reciclaje de viejas, utilizando mano de obra para reclutarlas por la fuerza a los pasajeros rebelados por impacientes de “El Guardagujas”, tomados como esclavos cuando quedaban estampados en el andén de alguna estación.

Ya mi gente que se esforzaba en la investigación tenía a la vista al malo del otomano, cuando se vieron obligados a dejarlo impune por tener fueros legislativos en el parlamento argentino, además de ser candidato en las elecciones del 28 de junio.
Oscar Tartabull

jueves, 11 de junio de 2009

DÍA DEL ESCRITOR (13 DE JUNIO)


Escritor: artista capaz de dibujar indistintamente delicadas filigranas, áridos precipicios, oscuros caballos de la noche y tanta vida, tanto relato, tanto espacio y tiempo a conquistar como páginas caben en el libro de arena que imaginó Borges, con el único soporte de la tinta y la letra y sus infinitas combinaciones silábicas
. Para nosotros, los que día a día amasamos con pasión las palabras que darán cauce al nuevo texto. Para los que vivimos a contrapelo de la realidad lisa y llana cabalgando la ruta sutil de la hoja blanca.
Feliz día escritores!!!
Marta Ortiz






Tal y como podemos percibir en los momentos de rabia y sentimentalismo excesivos, esas calles de la ciudad que tanto amaba, medio oscuras, medio atractivas, sucias y malignas, hacía mucho que habían ocupado el lugar de ese segundo mundo al que antes podía escapar. Supe que esa noche no estallaría una discusión entre mi madre y yo, que poco después cruzaría la puerta, huiría a las calles, que me darían consuelo, y que después de caminar largo rato regresaría a casa a medianoche y me sentaría a mi mesa para intentar extraer algo del ambiente y de la química de aquellas calles.


-No voy a ser pintor -dije-. Seré escritor.

extraido de Orhan Pamuk (Estambul, Mondarori Sudamericana, Buenos Aires, 2006)

lunes, 8 de junio de 2009

ECLIPSE



Todos sabían que algo ocurría pero nadie osaba hablar. Ese domingo la mañana amaneció soleada en el pequeño pueblo de Duboix , un puerto pescador ubicado en algún lugar lejano de la costa francesa. Los árboles mecían sus ramas al compás de una leve brisa que de alguna manera amortiguaba el denso calor veraniego.
Los Deauville, fieles al ritual dominguero, se levantaron temprano, desayunaron frugalmente y vistieron sus mejores ropas. Francois, el padre, controló a la prole y luego del visto bueno, todos partieron a la iglesia.
“Papá, hoy no quiero ir, es muy aburrido”, dijo Michel, el mas pequeño. “Debes venir con nosotros. Además hoy es el aniversario de la muerte de tu madre y tú , tus dos hermanas y yo, rezaremos por ella.” Al oír esas palabras el chico enmudeció. Bajó la cabeza y siguió caminando junto a su padre.
La misa ya había comenzado cuando llegaron a la parroquia. Tomaron asiento en silencio. Michel, distraído, tropezó con el banco. De los nervios perdió el equilibrio y cayó ruidosamente al piso. Su padre lo miró con disgusto. El pequeño, sonrojado, se levantó muy despacio y se sentó acurrucándose al lado de sus hermanas. Miró a su alrededor. ¡Cuántos lugares vacíos! Siempre lo mismo, pensó. Ahora nos dirá que si nos portamos mal y no rezamos ni vamos a misa iremos al infierno. Y efectivamente el parlamento se hizo tedioso e interminable. Esta vez el cura sí que estaba enojado. Ser creyente, según sus palabras, significa ser practicante. Si uno cree en Dios debe rezar y nunca faltar a misa. ¡Cuantos cristianos habían pecado ese domingo!
Y la misa por fin terminó. Los fieles se retiraron con la cabeza baja. Sólo algunos murmullos a la salida.
“La señora Bouquet y sus hijos. ¡Qué raro! Ellos siempre vienen a misa.”
“El señor Dupont. ¿Qué le habrá pasado?
“¿Y los mellizos Gerard?”
Y así decenas de preguntas sin contestar quedaron flotando en el aire.
Al llegar a su casa Francois fue interceptado por su vecina. Tenía los ojos llorosos y lo miraba con desesperación. “Doctor, le ruego que venga conmigo. Desde ayer mi hijo se ha comportado de manera muy extraña. No se quiere levantar y no puede hablar. Solo emite sonidos incomprensibles.”
Francois, contrariado, no se pudo negar. Se acercó al chico y se sorprendió al ver la palidez de su cara. Luego de revisarlo. Lo auscultó y le tomó la fiebre. Todo normal. Le hizo algunas preguntas que el niño se esforzó en contestar pero solo extraños silbidos salían de su garganta.
No podía entender. Seguramente la mudez era producto de un susto muy grande. Sin embargo, la madre insistía que había estado todo el día con ella y nada raro había ocurrido. Durante la mañana se comportó normalmente pero ya a la tarde habían empezado los síntomas: decaimiento, sueño, dificultad para hablar. El médico le recetó unos remedios caseros y esperar algunos días.
Cuando volvió a su casa, Francois buscó en los viejos manuales de medicina. No aparecía ningún caso similar a este. Al día siguiente, camino al trabajo, pasó por una tienda para comprar el diario. El dueño lo saludó cortésmente y luego, con la cara desencajada, le dijo: “¿Se enteró doctor? Medio pueblo está enfermo. Mucha gente en cama. Pero lo más terrible es que todos se han quedado mudos.” Francois lo escuchó despavorido. Entonces el de ayer no era el único caso. ¿Qué estaba pasando? Durante el día no dio abasto con su trabajo. Todos presentaban los mismos síntomas. Imposible encontrar la causa de tantos males.
Recién a la medianoche pudo regresar a su casa. Había luchado por tranquilizar a los pobladores pero sus esfuerzos habían sido en vano. El número de víctimas seguía aumentando. Sus hijos ya estaban dormidos. Comió algunas sobras del mediodía y salió al jardín. Respiró profundo y miró al cielo. La luna llena parecía un enorme globo de fuego colgando de la negrura de la noche. De pronto, pareció explotar en pequeños fragmentos ígneos para finalmente desaparecer en la oscuridad.
El nuevo amanecer trajo alegría al pueblo de Duboix. Pese a los malos augurios de la noche anterior, la mañana se presentó soleada y un leve aroma a jazmines impregnaba la atmósfera. Parecía que la peste había terminado. La gente festejaba con gozo el retorno a la normalidad. Sin embargo, nadie pudo jamás explicar lo sucedido…
Por Vicky Pesado Castro

LA POESÍA EN LOS BARES (9/06)


Invita a usted a su ciclo de lectura de poesía
el martes 9 de junio a las 20:30 en la Subsede, San Lorenzo y Entre Ríos.

Es esta oportunidad participarán los poetas
Clarisa Vitantonio
Alejandro Mensi
Corina Moscovich
Presentaciones:
Roberto Lobos

TERCER MUNDO (8/06)


lunes, 1 de junio de 2009

CANON

"Cómo se construye el canon"
Publicado el sábado 30 en revista Ñ (Clarín), recomendado, tema de debate, indagación abarcadora de Osvaldo Aguirre.
http://www.revistaenie.clarin.com/notas/2009/05/30/_-01928896.htm