lunes, 28 de junio de 2010

LAS HOJAS DE OTOÑO (continuación)



Era un domingo a la tarde. Iván y José habían almorzado solos, mientras Lili seguía acostada, mirando el techo.
- Cuando yo no estaba, no se comportaba así, ¿no es cierto? - Siempre está igual, Ivy. Estés o no estés. - No, no es así. De lo contrario, vos no lo soportarías. - Estás equivocado. ¿Por qué tenés que pensar siempre que todo es culpa tuya? Puede ser culpa mía, de tu madre…. Qué se yo. Yo también me contagié de ella y llegué a pensar que Fede era una especie de semidios….Todos me decían que tenía una inteligencia increíble, era el mejor de la escuela, el mejor de la facultad…creí que había engendrado un genio, invencible, al que nada podía pasarle. Iván suspiró. - También engendraste a un vago inútil. Le dejaste todo a él. José sonrió, involuntariamente. - Como si se pudiera hacer a voluntad! Eso depende sólo de Dios. - Yo debería haber muerto. El tenía mucho más para ofrecer. José lo miró, repentinamente serio. - No digas eso. Nadie es dueño de la vida para decidir cuándo vivir y cuándo morir. La Naturaleza tiene sus propias reglas y nadie puede pasar por encima de ellas. Ni siquiera Fede. - ¿Que querés decir? José palideció. - No debería hablarte de esto. Prefiero que conserves la imagen de tu hermano intacta. - ¿Qué imagen? Ignoró siempre mi existencia. Rechazó todos mis intentos de acercamiento. Jamás me defendió. Se burlaba de mí delante de sus amigos y de los míos. ¿Por qué todos creen que yo lo quería? El hecho que haya muerto, no cambia mis sentimientos- dijo Iván, desafiante. José palideció más todavía. Su rostro parecía ceniza. - Tu madre y yo tenemos mucha culpa. Nos hicimos eco de las alabanzas y de la admiración que Fede provocaba y lo tratábamos como tal. Obviamente, él se la creyó más que nadie. Se sobreestimó en tal forma que….que….- José no pudo seguir hablando. Tenía los ojos vidriosos de contener las lágrimas. - Yo pensé que estaba loco porque siempre me pareció un hipócrita. Tan encantador que era con los demás y, en cambio, acá en casa… - Sí, sí, lo sé. Era terriblemente hiriente cuando le decías algo que no le gustaba. Cuando me di cuenta del mal que estábamos haciendo a los dos tu madre y yo, ya era muy tarde. Traté de ponerle un freno y él no hizo más que despreciarme. - ¿De qué están hablando? - Nada, Lili. ¿Te sirvo algo? No quedó mucho…. - No quiero nada. Ni siquiera quiero vivir. José se levantó de la silla para abrazarla. - No digas eso, Lili. Cuando hablás así, siento como si nada quedara en pie, como si nada valiera la pena… Y mirá, tenemos razones para seguir. Nos tenemos el uno al otro, lo tenemos a Ivy- concluyó, señalándolo. Ella también lo miró, una mirada dura y despectiva que José no pudo ver. Ivy se deslizó del asiento, como queriendo esconderse, desaparecer. Se hizo un silencio pesado, insoportable. José tratando de unir los precarios hilos que aún quedaban, Lili destruyéndolo todo e Ivy deseando escapar. - Ya no hay nada que hacer – dijo Lili, rechazando a José y sentándose – Nuestra esperanza y nuestra luz era Fede y ya no está. - ¿Nuestra? No hables en plural, Lili. Parecés una fanática de los testigos de Jehová. - ¿Lo ves? Estoy sola. Completamente sola. Nadie comparte mi dolor. Ivy se removió impaciente. José elevó los ojos al techo. - Es mejor que me vaya con la abuela. Me necesita más que ustedes. - Sí, es mejor que te vayas- Lili parecía aliviada. José achicó los ojos con furia. - Si él se va, yo también – dijo contenidamente. Lili se levantó, sin expresión alguna. - Si es eso lo que quieren… de todos modos, yo estoy sola. - Papá, no la dejes…. Creo que no está bien de la cabeza. José sonrió con amargura. - No está bien de la cabeza ni de ningún lado… No soporto más, Ivy. - Tal vez, si la internáramos y le hicieran un tratamiento como a mí…. Al oír esas palabras, Lili se transformó. - Hijos de puta, quieren internarme para quedarse con todo y librarse de mí!!! Fuera de aquí los dos!!! No los quiero volver a ver en mi vida!!! -------------------------------------------------------------------------------------------------------- ERA un día soleado y cálido, sin viento. El río fluía tranquilo, mientras Vicky miraba, de cuando en cuando, a las aguas mansas, que brillaban como aceite bajo el sol, mientras revolvía su café. - Bueno – dijo finalmente, ante el silencio de Iván – supongo que, si me invitaste, debe ser para hablar de todo lo que quiero saber. De lo contrario…. - ¿qué? - De lo contrario, estoy perdiendo el tiempo y puedo tener problemas. - ¿Seguís con el rugbier? - ¿Por qué ese tono despectivo? Ya no juega, ahora está estudiando Medicina. Iván intentó seguir con su expresión neutra. Daba la casualidad que Medicina era lo que más le disgustaba. Jamás se le hubiera ocurrido seguir esa carrera. - Bueno, ¿ qué me dirías si te digo que no quiero hablar de nada, que solamente quería verte? Vicky lo miró con sus grandes ojos cálidos, pensativa. - Diría que estás loco. Lo que más deseé en mi vida es que terminaras siendo mi cuñado. Ahora… - Ahora no soy nadie. - Sos un amigo. Iván se rió. - No sé si sos ilusa, como todas las chicas, o solamente querés ser amable. Vicky bajó la vista. - No puedo olvidarlo, Ivy. Lo sigo viendo en todos lados. He tirado los pocos regalos que me hizo, quemé las fotos, hasta regalé la ropa que usaba cuando salía con él…todo inútil. - ¿Qué dice tu psicóloga? - Que tengo que hacer el duelo. Que necesito tiempo. Que ya voy a encontrar a otro que me merezca y esas pavadas… - ¿y si lo encontraste y no lo ves? Esta vez fue Vicky quien rió. - ¿Estás loco? Creo que me estás tomando el pelo. - No. Pero no importa. Mejor te llevo a tu casa, antes que nos vea alguien. …………………………………………………………………………………………….................................

Su pad
re dormía a su lado, en la otra cama, hasta que la abuela terminara de limpiar y acomodar la pieza de huéspedes. Esa noche, Iván se despertó como tantas otras, con la sensación del agua entrando en las ventanillas. Mientras sus ojos recorrían la habitación en penumbras, oyó el depósito del baño al lado, que estaba perdiendo. Y la cama donde dormía su padre estaba tal cual la había dejado su abuela, con las sábanas rígidamente estiradas. Alguien estaba en la sala de abajo con la luz encendida. No podía ser la abuela, que tenía horarios rígidos para dormir, para comer, para todo. Bajó intrigado, tratando de ahuyentar su sueño. Su padre estaba sentado en el gran sillón para dos, con las manos sobre la cara. Cuando sintió sus pasos lo miró y él pudo ver los surcos húmedos sobre su nariz y mejillas. - ¿Por qué estás llorando? El movió la cabeza, en un esfuerzo por recobrar la compostura. - Es que… es difícil de explicar, Ivy. Y lo último que deseo es amargarte la vida. Iván sonrió. - Vicky me dijo que estaba loco… ni bien intenté tirarme. Es lo único que puede amargarme. - Lloro porque ya no la quiero más. Y eso deja un gran vacío. ¿cómo se hace para vivir sin el motor de tu vida? Todos estos años… ya no significan nada. Tirados a la basura. Iván no supo qué contestar. Una mezcla agridulce de sentimientos lo embargó de repente. No tenía idea de lo que sentía su padre; pero su rechazo por la madre era algo que lo hería en lo más hondo, como si su alma se partiera en dos. Al mismo tiempo, la confidencia de su padre lo hacía sentir realmente importante, como si al fin dejaran de considerarlo como un chico medio tonto. - Yo… no puedo dormir. Hoy debería haber salido, pero no tenía ganas. ¿querés que nos tomemos un whisky para ir a dormir? La nona tiene uno buenísimo y lo usa para las tortas… - Siempre hizo lo mismo. Los amigos del abuelo se agarraban la cabeza. José se tomó de un trago el medio vaso que le había servido Ivy. Después se sirvieron otro. Y otro más. Las risas, tímidas primero, empezaron a oírse por todo el piso bajo. José estaba contando sus andanzas en la escuela, cuidadosamente ocultadas al abuelo. Recordaba especialmente la patada disimulada, al aparato de música que difundía el Himno Nacional que súbitamente dejó de funcionar, dejando a todos por la mitad del canto, con la boca abierta en medio del acto. Los alumnos se sacudían de pronto el aburrimiento, mientras el director, furioso, buscaba al culpable entre las caras de nada. O la bomba de estruendo en el inodoro del baño, en el quinto año de secundaria. Los clavos flojos que dejaban caer los pizarrones. El whisky devolvía esas memorias, corregidas y aumentadas. - Qué pasa aquí? – la voz chillona de sueño de la abuela los enmudeció. La abuela miró los vasos vacíos y el whisky casi terminado y los señaló furiosa. - Esta es una casa de honor! Los dos están borrachos! ¿No les da vergüenza??? Sobre todo a vos, José, estás embruteciendo al chico! Los dos se levantaron, un poco vacilantes y avergonzados, sin decir nada. ……………………………………………………………………………………………...................................
Había como siempre una fila de autos estacionados en la costanera, frente al río. Era el lugar preferido por las parejas, para estar a solas dentro de los autos por las noches y demostrarse su pasión. La policía controlaba el lugar, de tanto en tanto, iluminando con sus linternas y pidiendo documentos a los que sorprendían in franganti. El policía, joven y un tanto bravucón, recorría el camino, revoleando su linterna. Se detuvo frente a un auto, iluminando de lleno a sus dos ocupantes, ocupados en besarse. - ¡Salgan inmediatamente! Se separaron como movidos por un resorte y la chica, del lado del acompañante, bajó el vidrio. -¿Qué pasa? – preguntó, extrañada. - Oficial, no estamos haciendo nada malo – protestó el muchacho. - Salgan! Pidió documentos, papeles del auto, impuestos, seguro, carnet de conductor, autorización para manejar... -Nunca me pidieron eso! – protestó él. -Lo tenés que tener. Si no, el auto se presume robado. -Pero es de mi papá! -Y cómo sé yo que es tu papá? - El apellido! Puedo llamarlo ya mismo por teléfono… -No. Van a tener que acompañarme. -Oficial, por favor… -Falta el documento de la señorita. -No… No lo tengo. -Entonces ella va a tener que venir conmigo para averiguar antecedentes. Lo otro puedo obviarlo, pero el documento no. Vicky miró a su novio, desesperada. Pero él le devolvió la mirada, impasible. -Andá, Vicky. Y no te preocupes, yo aviso a tus padres que te van a sacar enseguida. -Pero… mis padres no están. -Andá, ya voy a pensar algo. El oficial se la llevó. Caminaron alrededor de una cuadra, en silencio. -¿Adónde me lleva? – preguntó Vicky, aterrada. Todo le parecía sospechoso. Y a Eduardo no le había importado un comino. El policía le sonrió. -Tal vez conozcas a esta persona. La linterna iluminó de lleno la cara de Iván. Vicky lo miraba, sin saber si reír o llorar. -Gracias, Néstor. Te debo una. El policía desapareció, dejando a Vicky junto a Iván. -¿Qué significa esto? -Perdón si te hice asustar, Vicky. Realmente no pensé que te asustarías. Ahora Vicky comenzaba a ponerse furiosa. -¿No voy a asustarme si me lleva un policía en medio de la noche? ¿Qué te creiste? Iván la tomó del brazo y la arrastró hasta un bar. Pidió dos cafés y le sirvió azúcar, tratando de apaciguarla. -Tenía que hacer esto, Vicky. No quería que te equivocaras. -Claro, querías quedar como un héroe! El le explicó que no era ningún héroe. Si lo fuera, su hermano no estaría muerto. -¿Qué pretendés que haga? ¿Qué te dé las gracias?- Iván miró el suelo. Vicky tenía la misma expresión que su padre, cuando él lo encontró llorando aquella noche. -Sólo quería hacer todo lo posible para que no te equivoques. Vos… significás mucho para mí. Vicky miró el techo. -¿Quién te creés que sos para entremeterte de este modo en mi vida? ¡Ni siquiera mis padres se atreven a tanto! Iván volvió a mirar el suelo, sin contestar. -Si lo que querías era que dejara a Eduardo, lo conseguiste. No quiero volver a verlo en mi vida. Pero eso no significa que termine saliendo con vos. No sos tu hermano. Ni siquiera te parecés a él. Nunca voy a desearte ni a quererte. Olvidame. Iván se puso a temblar. No había imaginado que Vicky accediera a salir con él, pero tampoco una negativa tan rotunda que hacía imposible cualquier argumento. -Creo… que está todo dicho. Adiós, Vicky. Atinó a dejar el dinero de los cafés sobre la mesa, mientras abandonaba el bar apresuradamente, desilusionado hasta la médula, olvidándose de acompañarla hasta su casa. ………………………………………………………………………………………………...........................
Era el baile de graduación. Fue el día en que José conoció a Lili. En realidad, la conocía desde los cinco años. Pero nunca la había visto de verdad hasta ese último día de secundaria. Maquillada, con el pelo lacio y brillante completamente suelto, con un vestido largo y ajustado, con tajos por los que asomaban unas piernas perfectas, llamó su atención desde que la vio en la fila y se puso a su lado, para darle el brazo bajo los flashes de las maquinas fotográficas, la música y los aplausos con que se recibía a los recién graduados.
No se separó de ella en toda la noche, extasiado, y sólo permitió que bailara el vals con el padre y el hermano. La magia de esa noche no se borraría jamás de su memoria. Ella le correspondió ampliamente, aunque su familia había especulado con un matrimonio mucho más ventajoso. En realidad, fue ella quien tomó la iniciativa del primer beso y quien lo sumergió en una especie de fiesta sexual, en la que se mostró carente de inhibiciones y prejuicios. Hasta que quedó embarazada y se casaron apresuradamente. Ahora que lo pensaba detenidamente, tal vez hubiera sido ése el primer síntoma de su desequilibrio mental. Después se dio cuenta que no controlaba su ira ni su apetito, hasta que consultó con una nutricionista cuando empezó a engordar. “Hubiera debido ir a un psiquiatra” pensó. Pero nunca lo hubiera hecho. Ni siquiera ahora. José estaba inquieto. El día anterior, Lili no había contestado el teléfono. Y ese día tampoco. Estaba seguro que estaba en casa. Lili ya no trabajaba y ni siquiera había querido recibir a su suegra, que lo había llamado preocupadísima y que parecía culparlo por su estado calamitoso. Cansado de escuchar la campanilla del teléfono, que parecía sonar en el desierto, decidió ir a casa, a buscar a Lili. Aunque eran las cinco de la tarde y todavía había sol, el departamento lucía lúgubre y oscuro. Las persianas estaban cerradas y tuvo miedo que Lili hubiera desaparecido. Fue directamente al dormitorio, prendiendo todas las luces. Su esposa estaba echada sobre el almohadón, completamente vestida, con los ojos cerrados. Había adelgazado y se le contrajo la garganta al pensar que tal vez hacía días que no comía. La sacudió con desesperación. Ella abrió los ojos, de mala gana, y lo miró. El se vio en esa mirada como si hubiese sido un espejo. Un desconocido. Ella ya no sabía quien era él. Era una mirada extraviada, como de quien está viendo una visión espantosa. -Han destruido la cocina y el baño…ahora vienen aquí. -¿Quiénes?¡Aquí no hay nadie, Lili! Fue un error. Su negativa desató un ataque. Lili se levantó, como impulsada por un resorte. Corrió a buscar un bolso y comenzó a tirar ropa dentro, desordenadamente. -¿Adónde vas? - preguntó él, sin saber qué hacer. -Tengo que irme… antes que vengan ellos. El trató de cerrar la puerta, para impedirle que se fuera. Era increíble la fuerza que tenía Lili. Resoplando por el esfuerzo, él llamó a la emergencia, mientras apelaba a toda su fuerza para contenerla.
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Esquizofrenia
paranoica. Las palabras tardaron varios segundos en cobrar un sentido en su cerebro. Era difícil relacionar esas palabras con Lili, aunque él hubiera sido testigo de sus desatinos. Mientras la psiquiatra de guardia le daba el diagnóstico, sin preocuparse de la presencia de Lili, ésta seguía hablando sin parar de la conspiración urdida por su hijo, de la manifestación en su contra en la plaza, llena de gente vociferando contra ella. José estaba destrozado. Era como si hubiera perdido a la verdadera Lili, reemplazada por ésta, que le provocaba un rechazo feroz. -¿Volverá?- preguntó él, tratando de dominar su miedo a la respuesta. La médica le sonrió, tratando de infundirle esperanza. Era joven, por eso hacía guardias y su sensibilidad no estaba todavía mellada por el trato diario con enfermos. -Esperemos que sí - respondió, al tiempo que le explicaba que los esquizofrénicos casi siempre respondían bien al tratamiento, lo que no solía ocurrir con los maniáticos y los depresivos. Lili quedó internada. Le dieron una inyección, que convirtió su charla incesante y compulsiva en balbuceos, hasta que finalmente se durmió y le dijeron que podía irse. …………………………………………………………………………………………...................................

Por:
Silvia Pavía

martes, 22 de junio de 2010

Lectura imperdible (ADN Cultura, sábado 19 de marzo)



Cartas de un amigo en París

Anticipo exclusivo de un libro que reúne 127 misivas inéditas escritas por Julio Cortázar entre 1951 y 1983. En

lanacion.com | ADN Cultura | S�bado 19 de junio de 2010

domingo, 20 de junio de 2010

JOSÉ SARAMAGO (1922-2010)


FRAGMENTO LITERARIO: Un maestro literario, una conciencia política - Testamento ideológico

"Yo estoy comprometido con la vida"

En El país, 19-10-2010

José Saramago en sus palabras (que editará próximamente Alfaguara) recoge reflexiones íntimas, literarias e ideológicas a partir de declaraciones del premio Nobel en la prensa escrita. Se trata de una edición y selección de Fernando Gómez Aguilera de la que aquí publicamos un extracto.

- AUTORRETRATO. Nosotros somos mucho más la tierra donde hemos nacido [y donde hemos sido criados] de lo que imaginamos. La Provincia, Las Palmas de Gran Canaria, 28 de marzo de 2009 [noticia de Gregorio Cabrera].

El único valor que considero revolucionario es la bondad, que es lo único que cuenta. Baleares, Palma de Mallorca, 20 de abril de 1994 [reportaje de Pilar Lillo].

Nunca esperé nada de la vida, por eso lo tengo todo. Faro de Vigo, Vigo, 20 de noviembre de 1994 [entrevista realizada por Rogelio Garrido].

Mis ideas son conocidísimas, nunca las he disfrazado ni las he ocultado. Mi vida es tan pública que se conoce todo cuanto he pensado sobre cada acontecimiento. ABC, Madrid, 9 de octubre de 1998 [entrevista de Dolors Massot].

Si tengo algún motivo de vanidad, es que siempre he dicho lo que pienso en cualquier sitio. EL PAÍS (suplemento El País Semanal), Madrid, 29 de noviembre de 1998 [entrevista de Sol Alameda].

Comprender no es perdonar. Desde mi punto de vista, hay cosas que pueden comprenderse, pero eso no significa que por una especie de necesidad, casi una especie de automatismo, si comprendo, perdono. Juan Arias, José Saramago: el amor posible, Barcelona, Planeta, 1998.

Si nos paramos a pensar en las pequeñas cosas, llegaremos a entender las grandes. Época, Madrid, 21 de enero de 2001 [entrevista de Ángel Vivas].

Ni las derrotas ni las victorias son definitivas. Eso les da una esperanza a los derrotados, y debería darles una lección de humildad a los victoriosos. La Voz del Interior On Line, Córdoba, noviembre de 2004 [reportaje de Alejandro Mareco y Edgardo Litvinoff].

Yo he sido, desde muy niño, callado, reservado, melancólico. Nunca he tenido la risa fácil. Incluso la sonrisa, para mí, es algo que me cuesta trabajo. Y las alegrías o las tristezas en mí son interiores, no las manifiesto. Ya de niño era así. EL PAÍS (suplemento El País Semanal), Madrid, 23 de noviembre de 2008 [entrevista de Manuel Rivas].

- VIDA. Empezar a leer fue para mí como entrar en un bosque por primera vez y encontrarme de pronto con todos los árboles, todas las flores, todos los pájaros. Cuando haces eso, lo que te deslumbra es el conjunto. No dices: me gusta este árbol más que los demás. No, cada libro en que yo entraba lo tomaba como algo único. EL PAÍS (suplemento El País Semanal), Madrid, 29 de noviembre de 1998 [entrevista de Sol Alameda].

- ÉTICA. En esta época de conmemoraciones, planteo que, cuando descubrimos al otro, en ese mismo instante nos descubrimos a nosotros mismos, unas veces en lo mejor y otras en lo peor, cuando intentamos dominarlo. Si llegamos a una relación con el otro en que la condición principal sea respetar sus diferencias y no tratar de aplastarlas para hacerlo como uno, entonces aparecerá en nosotros lo positivo. Todos tienen derecho a un lugar en la Tierra, no hay motivo para que yo, por el hecho de ser blanco, católico, rubio, indio, negro, amarillo, sea superior. No podemos darnos el lujo de ignorar que el respeto humano es la primera condición de "convivialidad". El Mercurio, Santiago de Chile, 26 de junio 1994. [entrevista de Beatriz Berger].

Ni el arte ni la literatura tienen que darnos lecciones de moral. Somos nosotros los que tenemos que salvarnos, y solo es posible con una postura ciudadana ética, aunque pueda sonar a antigua y anacrónico. El Mundo, Madrid, 22 de mayo de 1996 [noticia de Emma Rodríguez].

La ética es la mujer más guapa del universo. Alphalibros, Mendoza, 2000 [entrevista de Jorge Enrique Oviedo].

- RAZÓN. La razón no es enemiga de las ilusiones, de los sueños, de la esperanza, de todas esas cosas que tienen que ver con los sentimientos... Porque la razón no es algo frío, no es algo mecánico. La razón es lo que es, con todo lo que uno es de sentimientos, de deseos, de ilusiones, de todo eso. Jorge Halperín, Conversaciones con Saramago. Reflexiones desde Lanzarote, Icaria, Barcelona, 2002.

El sentido común se convierte en el instrumento más revolucionario en este mundo de locos que es el de la violencia. El Espectador, Bogotá, 21 de febrero de 2009. [entrevista de Nelson Fredy Padilla].

- SER HUMANO. Lo maravilloso de la especie humana es que se ha hecho a sí misma, lo ha inventado todo. El Universal, México DF, 16 de mayo de 2003. [entrevista de Alejandro Toledo].

La pregunta "¿quién eres tú?" o "¿quién soy yo?" tiene una respuesta muy fácil: uno cuenta su vida. La pregunta que no tiene respuesta es otra: "¿qué soy yo?". No "quién" sino "qué". El que se haga esa pregunta se enfrentará a una página en blanco, y no será capaz de escribir una sola palabra. El Universal, México DF, 16 de mayo de 2003 [entrevista de Alejandro Toledo].

- MUERTE. El problema está ahí: nos morimos, y entonces nos preguntamos ¿y qué? Me muero y ¿qué pasa después? Algunos de nosotros sabemos que no pasa nada y punto. Aquí acabó. Digo que la esencia humana es un intermedio entre la nada y la nada. La nada, porque antes de nacer, lo que había antes es la nada, después, también es la nada. Para nosotros, desde el punto de vista del ser, es la nada. Pero otros no piensan así, piensan que tiene que haber algo, algo que llaman Dios. Fuera de la cabeza humana no hay ni bien, ni mal, ni ideal, ni Dios. No hay nada. Todo lo que llevamos está dentro de nuestra cabeza. Veintitrés, Buenos Aires, 7 de febrero de 2002 [entrevista de Eduardo Mazo].

- LITERATURA. Yo soy una persona pacífica, sin demagogia ni estrategia. Digo exactamente lo que pienso. Y lo hago en forma sencilla, sin retórica. La gente que se reúne para escucharme sabe que, con independencia de si coincide o no con lo que pienso, soy honesto, que no trato de captar ni de convencer a nadie. Parece que la honestidad no se usa mucho en los tiempos actuales. Ellos vienen, escuchan y se van contentos como quien tiene necesidad de un vaso de agua fresca y la encuentra allí. Yo no tengo ninguna idea de lo que voy a decir cuando estoy frente a la gente. Pero siempre digo lo que pienso. Nadie podrá decir nunca que le he engañado. La gente tiene necesidad de que le hablen con honestidad. José Saramago, 2003.

Hay que reconocer que la literatura no transforma socialmente el mundo, que el mundo es el que va transformando, y no solo socialmente, a la literatura. Es ingenuo incluir la literatura entre los agentes de transformación social. Reconozcamos que las obras de los grandes creadores del pasado no parecen haber originado, en sentido pleno, ninguna transformación social efectiva, aun teniendo una fuerte influencia en comportamientos individuales y de generación. La humanidad sería hoy exactamente lo mismo que es aunque Goethe no hubiera nacido. La literatura es irresponsable, porque no se le puede imputar ni el bien ni el mal de la humanidad. Por el contrario, actúa como un reflejo más o menos inmediato del estado de las sociedades y de sus sucesivas transformaciones. Abc, Madrid, 20 de abril de 1989 [entrevista de Jesús Fonseca].

La literatura no es un compromiso. Nunca. El compromiso, si existe, será el de esa persona que es el escritor. La literatura no puede ser instrumentalizada. No se puede decir que sirva para esto o aquello. EL PAÍS (suplemento El País Semanal), Madrid, 29 de noviembre de 1998.[entrevista de Sol Alameda].

La literatura es lo que hace inevitablemente pensar. Es la palabra escrita, la que está en el libro, la que hace pensar. Y en este momento es la última en la escala de valores. Alphalibros, Mendoza, 2000 [entrevista de Jorge Enrique Oviedo].

- PREMIO NOBEL. Nada prometía un Premio Nobel. Quiero decir que nací en una familia de gente muy pobre, campesina y analfabeta, en una casa donde no había libros y en unas circunstancias económicas que no me habían permitido entrar en la universidad. La Jornada, México DF, 10 de octubre de 1998. [reportaje de Juan Manuel Villalobos].

- COMPROMISO. Después de muerto, el escritor será juzgado según aquello que hizo. Reivindiquemos, en cuanto está vivo, el derecho de juzgarlo por aquello que es. Sur, Málaga, 25 de febrero de 1993 [noticia de María Dolores Tortosa].

Yo estoy comprometido hasta el final de mis días con la vida y me esfuerzo por transformar las cosas, y para ello no tengo más remedio que hacer lo que hago y decir lo que soy. Faro de Vigo, Vigo, 19 de noviembre de 1994.

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(*) Breves datos de su biografía:

Nacido en una aldea del Portugal profundo, en una familia de labradores y artesanos, José Saramago siempre habló del territorio de su infancia, en el que nada hacía pensar, ya que eran analfabetos y allí jamás se encontró un libro, que aquel niño se convirtiera en uno de los escritores más importantes de la Europa reciente.

Las penurias económicas lastraron su educación, pero pese a ellas, y a que tuvo que dejar los estudios para trabajar, Saramago y la literatura estaban destinados a encontrase. Había tenacidad en su rostro de niño y una mirada sensible que presagiaba ya su singular reflexión sobre el mundo.

Fue esa mirada -sensible y reflexiva- lo que nunca perdió. La misma con la que recogió en Suecia el premio Nobel de Literatura (1998) o con la que defendió todo tipo de causas políticas y humanas. Su compromiso le llevó a estar en primera fila -y a través de la Fundación Saramago (2007)- en Chiapas y Palestina. En los últimos tiempos no le faltó aliento para Aminetu Haidar, a quien visitó en el aeropuerto de Lanzarote cuando estaba en huelga de hambre, o para hacer público su apoyo al juez Baltasar Garzón.

Su conciencia política quedó rubricada en 1969 al afiliarse al Partido Comunista Portugués, donde se convirtió en un destacado militante. Cuba fue para él, como para el otro premio Nobel Gabriel García Márquez, un referente político y vital. A pesar de eso, 2003 criticó por primera vez el régimen de Fidel Castro.

Saramago se casó tres veces. La primera vez con la poetisa Isabel de Nobrega, figura fundamental en su obra inicial. La segunda, en el año 1944, con la pintora Ilda Reis, con quien tuvo una hija y de quien se separó en 1970. Su última mujer, con la que se casó en 1988, fue la periodista española Pilar del Río, compañera infatigable de un hombre que jamás bajó la guardia ni ante la literatura ni ante el mundo que le rodeaba.

Memorial del convento (1982) fue el primer libro que le hizo trasparasar definitivamente las fronteras de Portugal. Con ella ganó el Premio del Pen Club Portugués, galardón que volvió a ganar en 1984 con El año de la muerte de Ricardo Reis. El Evangelio según Jesucristo (1991) se le atragantó al Vaticano y acabó sumida en un polémico veto en 1992. Recibió, sin embargo, el Premio de la Asociación de Escritores de Portugal (1992). El año 1995 es significativo en su vida: Premio Camoens al conjunto de su obra y la publicación del Ensayo sobre la ceguera, una de sus obras cumbre. Sólo faltaba tres años para el premio Nobel de Literatura.

A Lanzarote, su otra tierra, llegó un año después, en 1993. Fue su isla desde entonces. Y su vida transcurrió entre Lisboa, la isla de los volcanes, sus libros y las causas políticas que nunca dio por perdidas.

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