lunes, 26 de enero de 2009

FELICITACIONES !!!!!

CARTÓN PINTADO, CASTILLO DE NAIPES
Autora: Silvia Ana Pavía

¡Silvia ganó el tercer premio del concurso de novela propiciado por la editorial André Materon!
El camino de la escritura pide fidelidad y esfuerzo continuo, pide pasión, pero hay compensaciones importantes, esta es una de ellas...
¡Enhorabuena!
Leer más:
http://www.editatulibro.com.ar/concurso.htm

sábado, 24 de enero de 2009

LA ANTOLOGÍA, POETAS DEL TERCER MUNDO (fue en diciembre...)





El lunes 22 de diciembre de 2008 se presentó en el Centro Cultural LA NAVE ( San Lorenzo 1383), La Antología, Poetas del tercer Mundo (Editorial Ciudad Gótica), de la que participamos muchos de los poetas que leímos en el ciclo de los lunes: Poetas del Tercer Mundo en Tercer Mundo Arte Bar coordinado por Alejandra Mendez y Leandro Llul.

A dos años ya de la creación de este ciclo que sostuvo encuentros semanales marcados por la magia de la poesía y la música, esta iniciativa editorial de sus creadores viene a ampliar el espacio poético otorgándole un domicilio comprobable de tinta y papel y supone el comienzo, o la posibilidad, quizá, de una nueva tradición, año a año renovable.
Alejandra Mendez escribió en la contratapa:

Decir "Poetas del tercer mundo", nos recuerda el nombre genérico que se utilizó durante la segunda mitad del siglo XX, para nombrar aquellos países menos desarrollados, no siempre conformes con el término, de connotaciones negativas. Nos representa, también, un lugar de pertenencia y de lucha, donde el valor de la palabra siempre ha sido de suma importancia y revelación.
De allí el nombre de nuestro ciclo de lecturas, nombre del espacio donde nos reunimos cada lunes para escucharnos. Ciclo generador y fomentador de diversidades poéticas Esta es la razón del arbologo que nos simboliza. Los árboles son ejemplares de características extraordinarias, de rarezas, tamaños, edades, significados históricos, culturales o científicos
Este libro es un registro de las distintas voces que han pasado por aquí, y solo un recorte del singular movimiento literario rosarino.

lunes, 19 de enero de 2009

EL RETRATO OVAL ( Edgar A. Poe)


El castillo en el cual mi criado se le había ocurrido penetrar a la fuerza en vez de permitirme, malhadadamente herido como estaba, de pasar una noche al ras, era uno de esos edificios mezcla de grandeza y de melancolía que durante tanto tiempo levantaron sus altivas frentes en medio de los Apeninos, tanto en la realidad como en la imaginación de Mistress Radcliffe. Según toda apariencia, el castillo había sido recientemente abandonado, aunque temporariamente. Nos instalamos en una de las habitaciones más pequeñas y menos suntuosamente amuebladas. Estaba situada en una torre aislada del resto del edificio. Su decorado era rico, pero antiguo y sumamente deteriorado. Los muros estaban cubiertos de tapicerías y adornados con numerosos trofeos heráldicos de toda clase, y de ellos pendían un número verdaderamente prodigioso de pinturas modernas, ricas de estilo, encerradas en sendos marcos dorados, de gusto arabesco. Me produjeron profundo interés, y quizá mi incipiente delirio fue la causa, aquellos cuadros colgados no solamente en las paredes principales, sino también en una porción de rincones que la arquitectura caprichosa del castillo hacía inevitable; hice a Pedro cerrar los pesados postigos del salón, pues ya era hora avanzada, encender un gran candelabro de muchos brazos colocado al lado de mi cabecera, y abrir completamente las cortinas de negro terciopelo, guarnecidas de festones, que rodeaban el lecho. Quíselo así para poder, al menos, si no reconciliaba el sueño, distraerme alternativamente entre la contemplación de estas pinturas y la lectura de un pequeño volumen que había encontrado sobre la almohada, en que se criticaban y analizaban.
Leí largo tiempo; contemplé las pinturas religiosas devotamente; las horas huyeron, rápidas y silenciosas, y llegó la media noche. La posición del candelabro me molestaba, y extendiendo la mano con dificultad para no turbar el sueño de mi criado, lo coloqué de modo que arrojase la luz de lleno sobre el libro.
Pero este movimiento produjo un efecto completamente inesperado. La luz de sus numerosas bujías dio de pleno en un nicho del salón que una de las columnas del lecho había hasta entonces cubierto con una sombra profunda. Vi envuelto en viva luz un cuadro que hasta entonces no advirtiera. Era el retrato de una joven ya formada, casi mujer. Lo contemplé rápidamente y cerré los ojos. ¿Por qué? No me lo expliqué al principio; pero, en tanto que mis ojos permanecieron cerrados, analicé rápidamente el motivo que me los hacía cerrar. Era un movimiento involuntario para ganar tiempo y recapacitar, para asegurarme de que mi vista no me había engañado, para calmar y preparar mi espíritu a una contemplación más fría y más serena. Al cabo de algunos momentos, miré de nuevo el lienzo fijamente.
No era posible dudar, aun cuando lo hubiese querido; porque el primer rayo de luz al caer sobre el lienzo, había desvanecido el estupor delirante de que mis sentidos se hallaban poseídos, haciéndome volver repentinamente a la realidad de la vida.
El cuadro representaba, como ya he dicho, a una joven. se trataba sencillamente de un retrato de medio cuerpo, todo en este estilo que se llama, en lenguaje técnico, estilo de viñeta; había en él mucho de la manera de pintar de Sully en sus cabezas favoritas. Los brazos, el seno y las puntas de sus radiantes cabellos, pendíanse en la sombra vaga, pero profunda, que servía de fondo a la imagen. El marco era oval, magníficamente dorado, y de un bello estilo morisco. Tal vez no fuese ni la ejecución de la obra, ni la excepcional belleza de su fisonomía lo que me impresionó tan repentina y profundamente. No podía creer que mi imaginación, al salir de su delirio, hubiese tomado la cabeza por la de una persona viva. Empero, los detalles del dibujo, el estilo de viñeta y el aspecto del marco, no me permitieron dudar ni un solo instante. Abismado en estas reflexiones, permanecí una hora entera con los ojos fijos en el retrato. Aquella inexplicable expresión de realidad y vida que al principio me hiciera estremecer, acabó por subyugarme. Lleno de terror y respeto, volví el candelabro a su primera posición, y habiendo así apartado de mi vista la causa de mi profunda agitación, me apoderé ansiosamente del volumen que contenía la historia y descripción de los cuadros. Busqué inmediatamente el número correspondiente al que marcaba el retrato oval, y leí la extraña y singular historia siguiente:
"Era una joven de peregrina belleza, tan graciosa como amable, que en mal hora amó al pintor y se desposó con él. Él tenía un carácter apasionado, estudioso y austero, y había puesto en el arte sus amores; ella, joven, de rarísima belleza, toda luz y sonrisas, con la alegría de un cervatillo, amándolo todo, no odiando más que el arte, que era su rival, no temiendo más que la paleta, los pinceles y demás instrumentos importunos que le arrebataban el amor de su adorado. Terrible impresión causó a la dama oír al pintor hablar del deseo de retratarla. Mas era humilde y sumisa, y sentóse pacientemente, durante largas semanas, en la sombría y alta habitación de la torre, donde la luz se filtraba sobre el pálido lienzo solamente por el cielo raso. El artista cifraba su gloria en su obra, que avanzaba de hora en hora, de día en día. Y era un hombre vehemente, extraño, pensativo y que se perdía en mil ensueños; tanto que no veía que la luz que penetraba tan lúgubremente en esta torre aislada secaba la salud y los encantos de su mujer, que se consumía para todos excepto para él. Ella, no obstante, sonreía más y más, porque veía que el pintor, que disfrutaba de gran fama, experimentaba un vivo y ardiente placer en su tarea, y trabajaba noche y día para trasladar al lienzo la imagen de la que tanto amaba, la cual de día en día tornábase más débil y desanimada. Y, en verdad, los que contemplaban el retrato, comentaban en voz baja su semejanza maravillosa, prueba palpable del genio del pintor, y del profundo amor que su modelo le inspiraba. Pero, al fin, cuando el trabajo tocaba a su término, no se permitió a nadie entrar en la torre; porque el pintor había llegado a enloquecer por el ardor con que tomaba su trabajo, y levantaba los ojos rara vez del lienzo, ni aun para mirar el rostro de su esposa. Y no podía ver que los colores que extendía sobre el lienzo borrábanse de las mejillas de la que tenía sentada a su lado. Y cuando muchas semanas hubieron transcurrido, y no restaba por hacer más que una cosa muy pequeña, sólo dar un toque sobre la boca y otro sobre los ojos, el alma de la dama palpitó aún, como la llama de una lámpara que está próxima a extinguirse. Y entonces el pintor dio los toques, y durante un instante quedó en éxtasis ante el trabajo que había ejecutado. Pero un minuto después, estremeciéndose, palideció intensamente herido por el terror, y gritó con voz terrible: "¡En verdad, esta es la vida misma!" Se volvió bruscamente para mirar a su bien amada: ¡Estaba muerta!"


Fuente: Ciudad Seva

EDGAR ALLAN POE


UN DÍA COMO HOY, 19 DE ENERO, HACE NADA MÁS QUE 200 AÑOS NACÍA EN BOSTON (USA) EL CREADOR DEL CUENTO MODERNO

El poeta Charles Baudelaire veía en Poe un espíritu próximo. Para ambos era lo extraordinario parte de lo bello, de lo que se gozaba en y por sí mismo, sin necesidad de otras justificaciones.
De los muchos textos que le dedicó, van a modo de homenaje estos fragmentos de “Edgar Poe, su vida y sus obras”, que introducían la traducción de Historias extraordinarias al francés, publicada por Baudelaire en 1856:

Ningún hombre, lo repito, ha narrado con mayor magia las excepciones de la vida humana y de la Naturaleza -los ardores de curiosidad de la convalecencia, los finales de estación cargados de enervantes esplendores, los tiempos cálidos, húmedos y brumosos, cuando el viento del sur reblandece y distiende los nervios como las cuerdas de un instrumento, en que los ojos se llenan de lágrimas que no vienen del corazón-, la alucinación dejando lo primero paso a la duda, pronto convencida y razonadora como un libro -el absurdo instalándose en la inteligencia y gobernándola con una lógica implacable-, la histeria usurpando el sitio de la voluntad, la contradicción instalada entre los nervios y la mente, y el hombre desafinado hasta el punto de manifestar el dolor con la risa. Analiza lo que hay de más fugitivo, sopesa lo imponderable y describe, de ese modo minucioso y científica, cuyos efectos son terribles, todo lo imaginario que flota en torno al hombre nervioso y lo conduce al mal. […] En esta literatura de aire rarificado, el espíritu puede experimentar esa vaga angustia, ese temor predispuesto a las lágrimas y ese malestar del corazón que habitan los lugares inmensos y singulares. Pero la admiración es más fuerte y, por añadidura, ¡el arte es tan grande! Los fondos y los accesorios son son apropiados al sentimiento de los personajes. Soledad de la naturaleza o agitación de las ciudades, todo está descrito nerviosa y fantásticamente. Como nuestro Eugène Delacroix, que ha elevado su arte a la altura de la gran poesía, Edgar Poe gusta de agitar sus figuras sobre fondos violáceos y verdosos que revelan la fosforescencia de la podredumbre y el olor de la tormenta. La naturaleza llamada inanimada participa de la naturaleza de los seres vivos, y, como ellos, se estremece con un escalofrío sobrenatural y galvánico. El espacio se profundiza con el opio; el opio confiere un sentido mágico a todos los coloridos y hace vibrar todos los ruidos con una sonoridad más significativa. En ocasiones, vistas magníficas, colmadas de luz y de color, se abren repentinamente en esos paisajes, y vemos aparecer en el fondo de sus horizontes ciudades orientales y arquitecturas vaporizadas por la distancia, sobre la que el sol lanza lluvias de oro. Los personajes de Poe, o mejor dicho, el personaje de Poe, el hombre de facultades superagudas, el hombre de nervios relajados, el hombre cuya ardiente y paciente voluntad lanza un desafío a las dificultades –ése cuya mirada se tiende con la rigidez de una espada sobre los objetos que engrandecen a medida que él los contempla—, es el propio Poe. Y sus mujeres, luminosas y enfermas, muriendo de extraños males, que hablan con una voz que se asemeja a una música, también son él; o al menos, por sus extrañas aspiraciones, por sus conocimientos y por su incurable melancolía, participan en grado sumo de la naturaleza de su creador. En cuanto a su mujer ideal, a su Titánida, aparece en distintos retratos, diseminados en sus no demasiadas poesías, retratos, o, mejor, modos de sentir la belleza, que el temperamento del autor aúna y confunde en una unión imprecisa pero sensible, donde habita quizás con mayor delicadeza acaso que en otra parte ese amor insaciable por lo Bello, que es su gran razón, es decir, el compendio de sus razones para su afecto y su respeto por los poetas.


(Tomado de: Charles Baudelaire, Edgar Allan Poe, traducción de Carmen Santos,Visor, 1988, Madrid)

jueves, 8 de enero de 2009

OTRO CIELO, ENERO 2009

otro cielo
un microespacio para conocer a quienes muestran sus sueños

Esta vez: enero, compilado con las voces de todos los artistas que pasaron durante 2008
para escuchar, y ver, en cualquier momento y en cualquier lugar del mundo
Una realización de Raúl Astorga
desde Rosario, Santa Fe, Argentina

www.otrocielocultural.blogspot.com