martes, 21 de octubre de 2008

UN CUENTO DE SUSANA SZWARC


ANOTACIONES

Luci se mira la palma de la mano. Esa vez anotó la nueva dirección a escondidas. Es que cuando ella anotaba ciertas frases –curiosas - del profesor, le veía esa mirada como de enojo, de sorpresa, de ¿no aprendiste nada en la vida?, ¿otra vez tengo que decirte no escribas en el cuerpo en la ropa en la mesa en la silla en el suelo?
Es que me olvido me olvido me olvido, me dejo en algún umbral, me subo a algún camión, me tiro en la cama de los hospitales. Los hospitales me gustan, ahí siempre me hablaron de un modo suave, con respeto, me acuerdo de esa doctora, jovencita, tan blanco el guardapolvo que parecía la maestra de primer grado. Anemia, eso es lo que tenés, anemia. ¿Comiste?, y me dio de su propio paquete de galletitas. Y yo anoté esa palabra en la palma de mi mano. Anemia, una flor ese sonido. Un ramo de anemias le hubiese regalado a esa doctora y a la maestra de primer grado. La lágrima humedeció la galletita. Mejor.
Siempre andás llorando
y qué
y qué
y qué

Es tarde, pero el profesor no duerme. Luci llamó desde un teléfono público y pip pip pip ese sonido de ocupado cuando él usaba la notebook. No conocía el nuevo departamento pero esa luz encendida. Luci cerró la mano. Giró y entró al café.
Con leche, con medialunas, con pan y manteca, y el mareo y el mundo –inhóspito, había dicho Paula-, daba vueltas.

¿Por qué el mundo es inhóspito?-insistía Paula. Palabra para anotar, montones de hermosas palabras en un mundo así: inhóspito. Pitó, largo el humo. Peleaba con el profesor por su manera de fumar y no levantes las colillas. Me gusta eso: las pitadas ajenas en mi boca.
Y a mí. Ya estaba sentada en la mesa con las otras, dale hablar y hablar, la alegría estaba ahí, con la espuma del café con leche, en las manos y las uñas muy rojas de Andrés. Una palma así de grande para anotar. Los ojos ven sus anotaciones. Cierra la mano otra vez. Luci lucita lú. Y Andrés-Andrea te dije-, levanta colillas. Comparte. Hermosas palabras en… Esperá, no digas la palabra todavía. Preguntale a Max, vivió en Nueva York, sabe un montón de inglés. “Biutiful werds in an agli werld”. No escribas así de mal, Paula no soporta los errores ortográficos, siempre fue buena alumna.
Yo también.
Y yo.

¿Por qué tengo que pagar los platos rotos? No rompí ninguno. Ahora sí. Y tiró un plato dos platos tres cuatro muchos sobre la alfombra del profesor. No se rompían. Cualquiera puede enfurecerse ante platos que no se rompen.
Mirá Luci, si alguien es amable conmigo, me saca todo. Ojos muy abiertos de Lú.
Ella había sido amable y nunca -nunca jamás de los jamases- le sacó al profesor una palabra que se dirigiera a ella, “te quiero” “te extraño”, “me gustan tus ojos muy abiertos”. Es cierto que le sacó palabras y hasta frases pero que iban a otra parte, que ella las tomaba porque las oía sueltas, las recortaba. Aunque un día, para qué, se le ocurrió: Profesor, ¿si alguien es amable por qué querrían sacarle algo, menos aún todo?, dejaría de ser amable una persona así.
Tuvo que pagar los platos rotos.

Más anémica se había vuelto. Más flaca no, no podía. No era el hambre, era la sorpresa.
Levantate Luci, tenemos que irnos. ¿Pero no me puedo quedar durmiendo?, ¿no me podés dejar una llave por hoy? Y abría la palma de la mano. Entró a un locutorio: copió y pegó la frase: “el hombre ha forjado un sinfín de instrumentos… ha creado la llave, una barrita de metal que permite que alguien penetre en un vasto palacio” y agregó: no me querés dar tu barrita de metal. Envió su e/mail a la notebook del profesor.
¿Te gusta esa frase Lú? Claro que me gusta, es de Borges. Ah. Tengo hambre otra vez. Se fueron a comer.

Había de todo por las veredas, en los costados, a cualquier hora de la madrugada: pedacitos de manzanas, algo de yoghurt, huesos de asado con carne, las sobras de las sobras, las colillas más chiquitas, algún lápiz, una hoja de papel. Monedas de 10 centavos. Muchas monedas de diez centavos. El bar seguía abierto. Usó el teléfono público.
Paula, el mundo no es inhóspito, encontré un montón de cosas, ¿puedo ir a tu casa? Pero, ¿no ibas a la casa del profesor? Es que está trabajando, llamo y da ocupado, está con la notebook. Tocá el timbre. No me animo y este bar me gusta. Estás llorando. Es que me bañé, me puse un abrigo hermoso que había en la vereda y te lo voy a prestar Paula, el mundo no es inhóspito, de dónde sacaste esa palabra, la borro de la palma de mi mano, ahora mismo. Borrala y no llores más.

El teléfono del bar me usó las monedas. ¿Me prestás una de 25?
Te presto mi celular.
Bueno, pero marcá vos.
Paula, qué suerte que atendiste de nuevo, nomás quería que me abrazara el profesor.
Andá a lo de Darío, a él le encanta dormir con vos. Hoy no quiero. Andá a lo de Abel. No puedo, estamos peleados. Vení aquí entonces. ¿Me venís a buscar?

No florece, es primavera y no salen hojitas. Los árboles están ahorcados de cables.
No Paula, el profesor dice que ya van a brotar, que son los fríos los que quemaron los primeros brotes.
Terminala con el profesor, no le creo nada, no le creas nada.
Paula. ¿Qué? Él trabaja mucho. ¿Y? Tiene que entregar peipers y peipers. ¿Y? Es un explotado Paula, no entendés. A mí no me gusta que me exploten.
A mí tampoco.
A mí tampoco.
Ni a mí.

Estoy cansada.
Vamos a dormir.
Hace frío.
Estirá los diarios.
Está amaneciendo.
¿Me abrazás?
Dale, mostrame qué anotaste.
en: Una felicidad liviana, Editorial Fundación Ross, Rosario, 2007
SUSANA SZWARC
nació en Quitilipi, Chaco. Publicó El artista del sueño y otros cuentos (Tres tiempos, 1981); En lo separado (poesía, Ultimo Reino, 1988); Trenzas (novela, Legasa, 1991); Bailen las estepas (poesía, De la Flor, 1999); Bárbara dice (poesía, Alción Editora, 2004).El azar cruje (Catálogos, 2006). Ha escrito también teatro y literatura infantil. Recibió, entre otros, el Premio UNESCO, el Premio Antorchas a la creación artística y el Premio Concurso Intrnacional de Cuentos Julio Cortázar. Algunos de sus textos han sido traducidos al alemán, inglés, chino mandarín y catalán. Coordina talleres literarios.

2 comentarios:

Las tramas del taller dijo...

Como los otros cuentos, una ternura que conmueve, una mirada hacia ese mundo "inhóspito" ingenua y carente de malicia o resentimiento. En cierto modo, este tipo de literatura reconcilia con el mundo. SILVIA

Las tramas del taller dijo...

Me gustó mucho este cuento.Es real, está escrito dentro de un contexto doloroso y sin embargo escrito con una frescura inigualada. Marta R.