La encontró haciendo apresuradamente una valija.
- Pensás irte de viaje, Mayra?
Ella lo miró torcidamente. En sus ojos había reaparecido la mirada despectiva. El sintió que su corazón se encogía.
- Me voy a Buenos Aires mañana temprano. Ya sabés, a la casa de mi abuela.
Sonaba tan poco convincente que ni él la creyó, cuando hasta ese momento había creído todo, absolutamente todo.
- Yo pensaba regalarte un viaje. Un viaje a Villa Catedral, en Bariloche, en un hotel de cinco estrellas, en medio de un pueblito que parece sacado de una postal de Navidad. Allá está nevando, sabés? Puedo enseñarte a esquiar, podemos comer exquisitos guisos en refugios para esquiadores, en medio de la montaña y también hay pistas de kartings....
Ella estaba de espaldas, renegando con la valija, y no dio muestras del menor interés.
- Pero... y el trabajo?
El se sentó en el único sillón libre y se tomó la cabeza con las manos.
- Soy libre.... me despidieron.
Ella dejó de hacer lo que estaba haciendo para mirarlo con atención desacostumbrada. Por primera vez, él parecía preocupado y triste.
- Lo lamento tanto.... – su voz tenía un tono de sinceridad que jamás había tenido antes, pero él no se fijó en eso, no estaba para fijarse en nada.
Se sentó sobre sus rodillas y lo abrazó.
- Vamos – dijo él apartándola con impaciencia – nunca me había sentido tan libre. Qué me contestás?
- Pero...no tendrías que gastar ahora lo menos posible, hasta que consigas otro trabajo?
- Pavadas! Las oportunidades hay que aprovecharlas cuando se presentan. Si no venís conmigo, invito a otra.
- De veras, tengo que ir a Buenos Aires... tengo compromisos de trabajo.
- Al cuerno con el trabajo! La vida no puede ser sólo trabajo. Vení conmigo...en realidad no quiero estar con ninguna otra. Dónde podría encontrar una más divertida y mejor para la cama?
Comenzó a besarla, pero ella se apartó de él.
- No lo entendés? Se terminó.
- Qué querés decir?
- Me voy. Y no creo que nos volvamos a ver.
- Pero, por qué? Qué es lo que hice mal?
Su desconcierto la hizo sentir incómoda.
- Es que no te das cuenta? Caé, por Dios!
Mayra tenía ganas de abofetearlo, sentía una mezcla de compasión, vergüenza, furia contra él y contra sí misma.
- Imbécil! No soy más que una bailarina de cabaret.... con toda la calle que tenés no te diste cuenta? Me contrató tu amigo Iván para... – de pronto se calló, atemorizada. El rostro de Guillermo se había transformado en una máscara de furia salvaje, inimaginable en un tonto superficial, como él.
Se abalanzó sobre ella, golpeándola brutalmente, para encontrarse con una resistencia no menos feroz. Ella sabía cómo defenderse y extrajo una navaja de debajo del almohadón del sillón. La blandió delante de su cara, manejándola con pericia, mientras le decía con los dientes apretados:
- Si no parás, te corto el cuello....
El, súbitamente consciente de lo ridículo de la situación, se echó a reír.
- Vamos! Podés hacer conmigo lo que quieras... me engañaste, me manipulaste... Ahora sólo falta que me cortes el cuello.
Ella guardó la navaja en su sitio y volvió a la valija.
- Adiós – le dijo inexpresivamente.
Guillermo se quedó mirándola, en medio de su confusión, su furia y el sentimiento de humillación a manos de quien creyó un amigo y la mujer de su vida.
- Andate de una vez! – aulló ella, ya libre del disfraz que había usado hasta ahora.
Pero él seguía dudando, entre decirle las palabras que se le atragantaban y el miedo a ser más ridiculizado. Al fin, salieron como a borbotones, el silencio no era su fuerte.
- Mayra... será este tu nombre???? Me siento el tipo más pelotudo del planeta.
Mayra lo miraba, perpleja.
- En realidad me llamo Miryam.... pero seguí diciéndome Mayra. Así puedo seguir imaginando que soy la chica que creíste que era.....
El bajó la cabeza, estremeciéndose como si algo le quemara.
- Fui un estúpido...
Ella se acercó, abrazándolo suavemente, apoyando la cabeza en su pecho.
- No, sos muy bueno... muy bueno. Demasiado.
- Hasta ser un pelotudo. Eso es lo que querés decir.- dijo él, apartándola.- Adiós y que te vaya bien.... Mayra, Myriam o como te llames.
Ahora era ella quien se quedó mirando. El se fue, dando un portazo.
- Voy a vengarme de ese hijo de puta!!!!! – lo oyó tronar, a través de la puerta.
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