Enero/Febrero/2007
Ushuaia está en la costa sur del Tierra del Fuego. Antes que nada: ¿Sabés qué quiere decir Ushuaia en voz aborigen?: significa “bahía que penetra hacia el poniente”
¿Y Tierra del Fuego?: los fogones que encendían los aborígenes para protegerse de estos helados climas les valió el nombre de “Tierra de los Fuegos” y los artificios que usaban en los pies el de “patones” o “patagones”. De ahí surgieron entonces los nombres con que los conocemos: Tierra del Fuego y Patagonia.
La montaña Olivia, un pico de granito que domina el perfil de la ciudad, es una deformación idiomática de Alijeba, que significa “punta de arpón que mira a la bahía”.
Todo un bagaje cultural se asomó fugazmente con Hernando de Magallanes a su paso por el estrecho. Es muy probable que él no haya tenido conciencia de que así fuera, ya que su objetivo era bien diferente, pero los pueblos que lo vieron pasar se hubieran asombrado de haber podido observar la complejidad del arte renacentista en la música que ellos usaban, una de las más primitivas del continente. La música patagónica comprende el orgullo de los Tehuelches, que habitaban la Patagonia Oriental al norte del Estrecho y los de los pueblos fueguinos conocidos como Ona que ocupaban la isla grande de Tierra del Fuego, los Alcalufes estaban diseminados por las islas y canales de la Patagonia Occidental desde el Golfo de Penas y el Estrecho y los Yáganes o Yámanas que ocupaban los archipiélagos australes entre el Canal de Beagle y el Cabo de Hornos. De lo mitología Ona considerados como menos primitivos que Yáganes y Alcalufes, extraigo esta historia que se divide en ocho épocas:
Época de las montañas: Esto es, de los hombres más antiguos, mujeres y familias que se transformaron en montes.
Época del gobierno de las mujeres: Que terminó con el “mnámatem” (matanza de mujeres).
Época de los héroes cazadores: Que después se transformaron en pájaros y animales.
Época de la subida al cielo del sol: Cuando persiguió a la luna.
Época del Kuanip: El sol comienza a esconderse un poco bajo el horizonte y transforma a muchos hombres en pájaros y otros animales. Durante esta época el guanaco se vuelve salvaje.
Época del mito de la cotorra: Que fue la causa que se enrojecieran las hojas en otoño.
Época del mito de la cabeza ambulante: Y de los grandes doctores o “Kones” que gobiernan el tiempo.
Época presente: Que los aborígenes recordaban con mucha exactitud.
Ushuaia está en la costa sur del Tierra del Fuego. Antes que nada: ¿Sabés qué quiere decir Ushuaia en voz aborigen?: significa “bahía que penetra hacia el poniente”
¿Y Tierra del Fuego?: los fogones que encendían los aborígenes para protegerse de estos helados climas les valió el nombre de “Tierra de los Fuegos” y los artificios que usaban en los pies el de “patones” o “patagones”. De ahí surgieron entonces los nombres con que los conocemos: Tierra del Fuego y Patagonia.
La montaña Olivia, un pico de granito que domina el perfil de la ciudad, es una deformación idiomática de Alijeba, que significa “punta de arpón que mira a la bahía”.
Todo un bagaje cultural se asomó fugazmente con Hernando de Magallanes a su paso por el estrecho. Es muy probable que él no haya tenido conciencia de que así fuera, ya que su objetivo era bien diferente, pero los pueblos que lo vieron pasar se hubieran asombrado de haber podido observar la complejidad del arte renacentista en la música que ellos usaban, una de las más primitivas del continente. La música patagónica comprende el orgullo de los Tehuelches, que habitaban la Patagonia Oriental al norte del Estrecho y los de los pueblos fueguinos conocidos como Ona que ocupaban la isla grande de Tierra del Fuego, los Alcalufes estaban diseminados por las islas y canales de la Patagonia Occidental desde el Golfo de Penas y el Estrecho y los Yáganes o Yámanas que ocupaban los archipiélagos australes entre el Canal de Beagle y el Cabo de Hornos. De lo mitología Ona considerados como menos primitivos que Yáganes y Alcalufes, extraigo esta historia que se divide en ocho épocas:
Época de las montañas: Esto es, de los hombres más antiguos, mujeres y familias que se transformaron en montes.
Época del gobierno de las mujeres: Que terminó con el “mnámatem” (matanza de mujeres).
Época de los héroes cazadores: Que después se transformaron en pájaros y animales.
Época de la subida al cielo del sol: Cuando persiguió a la luna.
Época del Kuanip: El sol comienza a esconderse un poco bajo el horizonte y transforma a muchos hombres en pájaros y otros animales. Durante esta época el guanaco se vuelve salvaje.
Época del mito de la cotorra: Que fue la causa que se enrojecieran las hojas en otoño.
Época del mito de la cabeza ambulante: Y de los grandes doctores o “Kones” que gobiernan el tiempo.
Época presente: Que los aborígenes recordaban con mucha exactitud.
Cuando un buen número de muchachos se encontraban aptos para la iniciación de la vida, se reunían parientes y amigos en un sector abrigado, donde hubiera posibilidades de caza y allí construían su “Kauyi” (casa). Era necesario preparar a los jóvenes para la vida. Que dejaran de ser niños. Que pensaran y actuaran como hombres, siendo responsables y preparándose para formar sus propios hogares. A los aspirantes se los amenazaba con la pena de muerte en caso de que se atrevieran a revelar a las mujeres o a los niños, algo de lo que por primera vez en sus vidas iban a conocer. Con grandes troncos se levantaba, retirada del grupo de toldos, una enorme cabaña cónica, el “hain” (padre), de base lo suficientemente amplia como para contener a los participantes. Mientras tanto, a los jóvenes aspirantes, uno a uno, se los sometía a lugares solitarios y en medio de la noche a duras pruebas de valor. Se los atacaba de improviso imitando fantásticas apariciones acompañadas de fuegos y estridentes gritos; luego, si este ejercicio había sido satisfactorio, se les enviaba durante varios días a lugares distantes. Debían sortear el hambre, el hielo, la soledad, el miedo, por primera vez sentidos tan agudamente. A su vuelta aún les restaba recorrer y demostrar su buen estado de ánimo.
Él debía ser un hombre apto, resistente y completo. Solo entonces ingresaba a la cabaña del Klóketen. Allí soportaría primeramente durante un rato una brasa viva en un brazo. De nuevo se lo conminaba a guardar absoluto secreto sobre todo lo que se le iba a revelar. La muerte inmediata sería el castigo si se lo traicionaba.
El más sabio de los ancianos dirigía las ceremonias, comenzando con la narración del mito ancestral:
“En tiempos remotos el sol, la luna, las montañas, el zorro, y el guanaco, el caiquén, la ballena, el gusano, la mariposa, los árboles y las piedras, andaban como hombres por la tierra. Entonces los hombres estaban sometidos a las mujeres. Ellas mandaban y subyugaban a sus maridos en forma inicua, aterrorizándoles constantemente y exigiéndoles abundante carne y leña. La poderosa mujer luna inventó un secreto juego con el fin de mantener para siempre tan abusadora costumbre. Cada mujer se pintaba el cuerpo de diferente manera y cubría su cabeza con un capuchón hecho de corteza. Salían en la noche desde una gran cabaña y anunciaban a gritos ser espíritus extraordinarios llegados del cerro o del centro de la tierra, cuya misión consistía en castigar duramente a los hombres que no se sometieran. El terror los mantenía en una existencia vejatoria. Cierta vez en que todas las mujeres se reunieron para celebrar un memorable Klóketen, extremaron sus durísimas exigencias. Mientras algunos hombres cuidaban a los niños, otros, tras agotadoras jornadas, trajeron abundante carne. Uno de ellos, eximio cazador, el sol, agotado por la larga caminata y el abrumador peso de un enorme guanaco que había cobrado, se sentó a descansar tras unos arbustos. Desde allí observó a dos jóvenes ya crecidas que, bañándose plácidamente conversaban entre risas. Se aproximó cauteloso y escuchó claramente las burlonas alusiones de las mujeres a las mentiras con que subyugaban a los cándidos varones. Perplejo, el sol cayó en la cuenta del gran engaño. Inmediatamente participó a los demás varones de su descubrimiento. Enfurecidos, cuando las mujeres estaban dentro de la gran cabaña de improviso llegaron sobre ellas, matándolas a todas sin conmoverse por sus llantos y ruegos. Solo temieron matar a la luna para evitar que el firmamento cayera, pero el sol salió en su persecución para golpearla y hoy aun se la ve huyendo por el espacio. De vuelta al campamento mataron también a todas las niñas, respetando solo a las que no habían cumplido los doce años. Entonces los hombres decidieron comenzar sus propios Klóketen y someter perpetuamente a sus mujeres. De ahí que el sigilo debe ser guardado. Los iniciados saben así el sentido de las ceremonias. Saben callar y guardarán para toda la vida el secreto”.
(Texto extraído del libro “Raíces Magallánicas”, del escritor chileno Mario I. Moreno, residente de Punta Arenas)
Él debía ser un hombre apto, resistente y completo. Solo entonces ingresaba a la cabaña del Klóketen. Allí soportaría primeramente durante un rato una brasa viva en un brazo. De nuevo se lo conminaba a guardar absoluto secreto sobre todo lo que se le iba a revelar. La muerte inmediata sería el castigo si se lo traicionaba.
El más sabio de los ancianos dirigía las ceremonias, comenzando con la narración del mito ancestral:
“En tiempos remotos el sol, la luna, las montañas, el zorro, y el guanaco, el caiquén, la ballena, el gusano, la mariposa, los árboles y las piedras, andaban como hombres por la tierra. Entonces los hombres estaban sometidos a las mujeres. Ellas mandaban y subyugaban a sus maridos en forma inicua, aterrorizándoles constantemente y exigiéndoles abundante carne y leña. La poderosa mujer luna inventó un secreto juego con el fin de mantener para siempre tan abusadora costumbre. Cada mujer se pintaba el cuerpo de diferente manera y cubría su cabeza con un capuchón hecho de corteza. Salían en la noche desde una gran cabaña y anunciaban a gritos ser espíritus extraordinarios llegados del cerro o del centro de la tierra, cuya misión consistía en castigar duramente a los hombres que no se sometieran. El terror los mantenía en una existencia vejatoria. Cierta vez en que todas las mujeres se reunieron para celebrar un memorable Klóketen, extremaron sus durísimas exigencias. Mientras algunos hombres cuidaban a los niños, otros, tras agotadoras jornadas, trajeron abundante carne. Uno de ellos, eximio cazador, el sol, agotado por la larga caminata y el abrumador peso de un enorme guanaco que había cobrado, se sentó a descansar tras unos arbustos. Desde allí observó a dos jóvenes ya crecidas que, bañándose plácidamente conversaban entre risas. Se aproximó cauteloso y escuchó claramente las burlonas alusiones de las mujeres a las mentiras con que subyugaban a los cándidos varones. Perplejo, el sol cayó en la cuenta del gran engaño. Inmediatamente participó a los demás varones de su descubrimiento. Enfurecidos, cuando las mujeres estaban dentro de la gran cabaña de improviso llegaron sobre ellas, matándolas a todas sin conmoverse por sus llantos y ruegos. Solo temieron matar a la luna para evitar que el firmamento cayera, pero el sol salió en su persecución para golpearla y hoy aun se la ve huyendo por el espacio. De vuelta al campamento mataron también a todas las niñas, respetando solo a las que no habían cumplido los doce años. Entonces los hombres decidieron comenzar sus propios Klóketen y someter perpetuamente a sus mujeres. De ahí que el sigilo debe ser guardado. Los iniciados saben así el sentido de las ceremonias. Saben callar y guardarán para toda la vida el secreto”.
(Texto extraído del libro “Raíces Magallánicas”, del escritor chileno Mario I. Moreno, residente de Punta Arenas)
Por Angélica Larrea
2 comentarios:
gracias Angélica, por compartir tan bello relato,en algún punto todas las mitologías coinciden, pero lo que parece un denominador común(Arreola dixit en la Parábola del trueque, y tantos, tantos etcéteras -entre ellos el científico que esbozó la teoría del matriarcado- y este mismo texto), es que la otra mitad de la humnidad no soportó que las mujeres detentaran el poder. La imagen del sol corriendo a la luna es perfecta, una explicación sencilla del sucederse de los días y las noches.
Marta O.
Seguimos cerca del cuento de Arreola, tal vez no es que no soportaron que detentaran el poder, sino que quisieron evitarles el cruel reciclaje a que las sometía el mercader que luego las canjeaba.
Hermoso relato, de gran valor histórico y bellamente contado, principalmente para quienes nos gusta viajar conociendo y no hemos podido ir por esos lares. Como siempre Angélica, lo tuyo muy bien.
Oscar Tartabull
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