sábado, 30 de abril de 2011

CONTINUACIÓN DE GRINGO PATAGON

La noche anterior había habido una gran tormenta de nieve. Myriam, que jamás en su vida había visto nieve, paseaba su mirada, protegida por los anteojos de sol, por la blancura ondulante de las pistas para principiantes. Estaba parada en el punto más alto, con los esquís preparados.
- Vamos! Largate de una vez!
Guillermo la animaba, al pie del cerro, abriendo los brazos y haciendo pantomimas, que a ella no le hacían ninguna gracia. Los otros esquiadores pasaban junto a ella, con una sonrisa suficiente, alegrándose de no ser los más novatos.
Al fin, se largó: olvidó las recomendaciones para frenar a tiempo y se estrelló contra Guillermo, tirándolo al suelo.
Al cabo de un rato, las caídas comenzaron a ser divertidas, dejó de sentir frío en sus ropas impermeables traspasadas por la nieve que se metía por cualquier ranura y las bromas de Guillermo comenzaron a hacerle gracia.
El guiso de lentejas y el café fuerte irlandés que tomaron después le parecieron lo más exquisito que había probado en su vida.
- Vamos a dar un paseo.- dijo Guillermo, después de comer.
Había alquilado una cuatro por cuatro y se metió en caminos desbordantes de nieve y hielo, donde no iban los turistas, saliendo del pueblo. En realidad, la temporada no había comenzado todavía y por eso se podía disfrutar del cerro y sus alrededores. Paró la camioneta a un costado del camino y salieron a disfrutar de aquella soledad helada y blanca. Los pinos sobresalían con las ramas adornadas de pequeños manchones blancos que los asemejaban a una postal de Navidad. El silencio era abrumador, casi de muerte para Myriam, que miraba sobrecogida, atormentada por difusos presagios.
- Te gusta, verdad? .- preguntó Guillermo, cuyo fuerte no era precisamente la contemplación ni los presagios - Te dejo manejar la camioneta. Seguro que va a ser más emocionante que un karting.
- No... no me atrevo.
- Vamos! Sabés manipular a la gente a tu voluntad y no sabés manejar una camioneta, que obedece ciegamente?
Después de unos kilómetros, Myriam se sentía Fangio y comenzó a bajar la guardia. La camioneta, guiada a demasiada velocidad mientras Guillermo se divertía, se salió del camino y fue a estrellarse contra unos arbustos, cubiertos de nieve.
- Bien, bien, bien.....- canturreó Guillermo, mientras se bajaba para estudiar cómo salir de allí.
En cuanto a Myriam, se negó a volver a manejar.... hasta el otro día.

1 comentario:

Las tramas del taller dijo...

MARTA, muchas gracias por tus comentarios. Me estimulás para que siga publicando. Falta muy poco para que el relato haga un giro de 180°....Hay alguien a quien le interese leerlo aparte de vos? Besos SILVIA