martes, 28 de octubre de 2008

PANICO



La clase ha terminado. Aunque somos adultos y profesionales, parecemos chicos de secundario saliendo a toda prisa del salón ni bien el disertante nos despide.
Bajo las escaleras oyendo el ininteligible murmullo de mis compañeros, mirando los escalones para no tropezarme. Este tramo está exactamente igual que hace treinta años… El mármol gastado por años y años de pisadas…


José Luis le parecía un inofensivo charlatán que predicaba la revolución en todos los salones, sobre todo de los chicos de primer año, que recién entraban. Los inducía a tomar parte en las manifestaciones estudiantiles con el loable objetivo de protestar por las bajas e injustas notas para después terminar sumándolos a su partido socialista popular.
Susana lo miraba con desconfianza. Aunque tenía dieciocho años carecía de ideales, era demasiado realista, y la cháchara de José Luis era para ella burdamente interesada.
- Cuántos años tenés?- Le preguntó un día.
- Veintitrés
- Y en qué año estás?
- Segundo
Susana hizo una mueca despectiva.
- Cuando tenga tu edad, quiero tener mi título y hacer algo más útil que hablar y hablar pescando incautos…
José Luis cambió de táctica con ella, viendo que era un hueso duro.
- Pero vos no pensás que si pudiste entrar en esta facultad sin rendir ningún examen es porque ha habido cientos antes que vos que se sacrificaron por todos sus compañeros…
Susana no lo escuchaba, mientras él seguía insistiendo sin descanso, como un moscardón, invitándola a tomar café, al río, almorzar, a cenar. Todas invitaciones rechazadas. Ella tenía un solo valor supremo, que era la libertad. Y se sublevaba contra aquellos estudiantes fantasma que sólo aparecían en las revueltas pero jamás en clase, que impedían los exámenes, obstaculizaban los estudios y destrozaban el mobiliario. Incluso muchos dejaban de estudiar asustados por la violencia que debían enfrentar. A ella nadie la apartaría de sus objetivos.
Un viernes a la mañana, encontró la facultad tomada por los socialistas. Fastidiada, decidió subir al patio del primer piso, donde estaba el puesto que vendía los apuntes. Por lo menos no perdería el día y estudiaría. Lo encontró cerrado y se dio vuelta para irse. Y entonces se vio rodeada por cinco tipos que no conocía. El tiempo pareció detenerse. Uno de ellos tenía una cadena. Otro, una navaja. No siguió mirando. Se quedó paralizada, mirando el vacío, mientras una parte de su cerebro seguía trabajando febrilmente, pensando, por ejemplo en sus padres. ¡Qué ironía! La habían cuidado tanto para que terminara así. Ahora conocía, en su propia carne, el significado de la palabra “pánico”, que siempre le había parecido una palabra tragicómica. Una sensación de soledad abismal, de angustia, terror inenarrable, impotencia. Y entonces reaccionó. En medio del denso y negro silencio, decidió no quedarse paralizada, prefería que la matasen ya mismo, pero ella daría todo el trabajo que pudiera. Sorpresivamente, le dio un empujón a uno de ellos y salió corriendo, bajó los escalones de tres en tres. Su objetivo era salir a la calle y gritar, alguien tendría que ayudarla, no podía ser que el mundo se hubiera transformado súbitamente en un desierto de indiferencia…
Llegó a la puerta como una exhalación. José Luis, apostado en la entrada, miró a los que venían casi pisándole los talones.
- A ella no le hagan nada porque es amiga mía - ordenó él, con una voz que no le conocía.
El grupo se retiró, sin decir nada.
- No sabés de lo que te salvaste – dijo él en voz baja – por favor, andate a tu casa y no vuelvas hasta el lunes.
Susana trató de ordenar sus ideas. ¿José Luis charlatán e inofensivo?

- Si querés agradecerme votá por mí en las próximas elecciones – pidió él cuando ella se alejabademasiado perturbada como para hablar siquiera. Susana se dio vuelta, mirándolo desconcertada.
- Sí - respondió. En realidad, le daba lo mismo votar por él o por los otros, no había diferencia.
- Gracias – dijo él, dándolo por hecho. Ella se echó a reír, inconteniblemente, con una risa nerviosa.
- De qué te reís? – preguntó él, intrigado.
- Es un pedido ridículo. El voto es secreto. ¿Cómo sabés que voy a votar por vos?
- Sé reconocer a alguien que tiene palabra.
Tenía razón. Susana votó por él, aunque podría haber hecho cualquier otra cosa, sin consecuencias. Poco después, sobrevino el golpe militar.

Sigo bajando los escalones, este tramo es nuevo, ya llego a la puerta, mis amigos del posgrado se despiden hasta la próxima clase.
Nunca más supe de José Luis.


SILVIA PAVIA

4 comentarios:

Las tramas del taller dijo...

COMO hoy no tuvimos taller, decidí publicar mi cuento. En realidad lo había escrito hace dos meses, pero no me decidía a leerlo. Por qué no publican los cuentos que pensaban leer en esta reunión? ME ENCANTARIA LEERLOS!!!

Las tramas del taller dijo...

Silvia: muy ágil tu idea de publicar el trabajo. Cotejalo con tu original, quité algunas comas y había cierta abundancia de(...) y de gernundios,no te preocupes, es bastante común, pero peleamos por mantener limpio el terreno...
Algo a considerar: no está claro quién narra, si es Susana habría que unificar la persona (o primera o tercera) y si es una amiga de Susana podría admitir el uso de la primera y de la tercera.
Buen trabajo, Marta O

Las tramas del taller dijo...

EN realidad es la mismapersona, pero el episodio está contado en 3° porque no lo quiere recordar. No sé cómo reflejar esto! Por lo demás, sí, voy a corregir lo de los gerundios...SILVIA

Susana Ballaris dijo...

SILVIA: hACER SENTIR AL OTRO LO QUE UNO QUIERE...QUÉ OBJETIVO ¿NO?
Y YO SENTI EL PÁNICO.
PENSÉ: ¿QUÉ HAGO?
TAMBIÉN ES UNA FORMA DE DECIR : NO JUZGUES A LOS DEMÁS PORQUE DEL QUE UNO MENOS PIENSA ES EL QUE TE DA LA MANO AMIGA...
Viví tu cuento!!!!!!!!!!! Susana Ballaris