martes, 8 de febrero de 2011

La tierra no me la van a sacar - Silvia Cerejido



Nos llaman los negros, cabecitas negras y de otras maneras despreciables que me dan asco nombrar. Ellos son los blancos descendientes de españoles, italianos, ingleses. Fueron ocupando nuestra tierra y nos usan para trabajar., pero en el trabajo pesado. A pleno sol, sin descanso.
Ahora me reclaman el pedacito de tierra donde puse mi rancho, el que levanté con estas dos manos con paja y adobe. Me lo quieren sacar.
A los gritos y con látigo en mano entró el blanquito diciendo que le muestre la escritura. ¿Escritura?, de qué escritura ni papel me habla si mis abuelos, bisabuelos, tatarabuelos siempre vivieron acá y nunca les hicieron ningún papel.
Ya los ví hacerle lo mismo a mis vecinos pero…a mí no, y menos ahora que mi guaina está por parir el quinto changuito. Hijo de mi alma, de esta tierra que cuidé con sudor y sangre. ¿Qué no soy el dueño dice?. Eso se cree él. Este lugar es mío, me lo gané por generaciones con el trabajo. El blanquito se dice argentino. ¿argentino?.
Los blanquitos no son argentinos, son los hijos del barco que vinieron acá, nos engañaron, atropellaron y porque nacieron acá se dicen argentinos.
No conocen el amor a la tierra, no saben lo que es trabajarla hasta sangrar las manos, usando como única herramienta un arado empujado por un hombre o si la suerte te ayuda con un caballo.
¡Qué me van hablar de escritura, de sus derechos, del dominio de la propiedad!
La tierra es mía, yo me la gané.
Y dice que mañana vuelven. ¡Que vuelvan nomás! Que con mi guaina, mis changuitos y mis perros los vamos a sacar cagando.
No sabe lo que es un hijo de esta tierra enfurecido.
No solo cuento con la ayuda de los míos sino que con la Pacha Mama, el sol y la luna que siempre me protegieron y enseñaron el camino.
No, no tengo escuela. No pude ir porque tuve que trabajar, pero no me arrepiento ni lo siento. Si pa sabiduría basta la experiencia.
Mañana los voy a esperar detrás del alambrado.
No, no voy a hacer como mis vecinos que agacharon la cabeza y se fueron con las pocas cosas que les dejaron juntar. Vaya saber dónde andan los pobres. Pero mi mama me lo aclaró bien. “Jacinto, está tierra es tuya, no te la dejes quitar”. Así me lo dijo mi mama cuando se estaba muriendo en el catre de la galería. Y esas fueron sus últimas palabras antes de cerrar sus ojitos gastados y cansados. Si me parece verla ahí acostada con sus trenzas blancas y la cara arrugada como papel de deshecho.
Por mi mama, por mi guaina y por mis changos, juro que los gringos de acá no me van a sacar.

por Silvia Cerejido

2 comentarios:

Las tramas del taller dijo...

Silvia, qué lindo, encontrarse con trabajos publicados en el blog.
Tu cuento me recuerda la problemática de los indios mapuches, que yo vi en el sur y me quedó muy adentro. Precisamente, la última parte de la novela que estoy publicando en el blog se desarrolla en la Patagonia y refleja eso mismo. Muy bueno! Un beso

Las tramas del taller dijo...

muy buen relato,como te dije antes, abriste las compuertas a la libertad expresiva... Marta O