domingo, 25 de mayo de 2008

Pasión Colectiva


Cabellos castaños, enrulados, abultados, toda ella estaba ensanchada. No faltó una noche a su espectáculo, en Pichincha barrio prostibulario con sus burdeles de perfumes baratos, hotelitos de mala muerte y pensiones abarrotadas
Los años pasaron, las carnes cayeron, la piel se arrugó.
Los jóvenes de esa época hacían su debut sexual, con alguna prostituta.
Con ella no, su dignidad no se lo permitía. Era recatada y si alguna vez salió con un hombre fue porque le gustaba.
Su trabajo era, avanzada la noche, hacer un stripe tease. Las turbias miradas se pegaban, entre el humo de cigarrillos y los vahos agrios del alcohol, en esa mujer llena de subsistencia, entusiasmo, gordura. Se callaban las risas. Se amortajaban las luces
Movía su grueso cuerpo al compás de un blues de ritmo melancólico, pero ¡con qué gracia se iba quitando una a una la ropa! Cada prenda sacada provocaba un aullido estremecedor entre los parroquianos. Su boca sonreía. ¡Aún sigo viva!
El rímel chorreaba por sus pómulos: lloraba ¿de alegría o de tristeza?
Se llamaba Rita y la apodaron “La Salvaje”

Nidia Niemann - 2008

1 comentario:

Las tramas del taller dijo...

Nidia:
Qué bien pintaste a Rita. La hiciste querible, tierna pero también triste, grotesca con su rimel chorreando en su cara.
Susana Ballaris