lunes, 8 de junio de 2009

ECLIPSE



Todos sabían que algo ocurría pero nadie osaba hablar. Ese domingo la mañana amaneció soleada en el pequeño pueblo de Duboix , un puerto pescador ubicado en algún lugar lejano de la costa francesa. Los árboles mecían sus ramas al compás de una leve brisa que de alguna manera amortiguaba el denso calor veraniego.
Los Deauville, fieles al ritual dominguero, se levantaron temprano, desayunaron frugalmente y vistieron sus mejores ropas. Francois, el padre, controló a la prole y luego del visto bueno, todos partieron a la iglesia.
“Papá, hoy no quiero ir, es muy aburrido”, dijo Michel, el mas pequeño. “Debes venir con nosotros. Además hoy es el aniversario de la muerte de tu madre y tú , tus dos hermanas y yo, rezaremos por ella.” Al oír esas palabras el chico enmudeció. Bajó la cabeza y siguió caminando junto a su padre.
La misa ya había comenzado cuando llegaron a la parroquia. Tomaron asiento en silencio. Michel, distraído, tropezó con el banco. De los nervios perdió el equilibrio y cayó ruidosamente al piso. Su padre lo miró con disgusto. El pequeño, sonrojado, se levantó muy despacio y se sentó acurrucándose al lado de sus hermanas. Miró a su alrededor. ¡Cuántos lugares vacíos! Siempre lo mismo, pensó. Ahora nos dirá que si nos portamos mal y no rezamos ni vamos a misa iremos al infierno. Y efectivamente el parlamento se hizo tedioso e interminable. Esta vez el cura sí que estaba enojado. Ser creyente, según sus palabras, significa ser practicante. Si uno cree en Dios debe rezar y nunca faltar a misa. ¡Cuantos cristianos habían pecado ese domingo!
Y la misa por fin terminó. Los fieles se retiraron con la cabeza baja. Sólo algunos murmullos a la salida.
“La señora Bouquet y sus hijos. ¡Qué raro! Ellos siempre vienen a misa.”
“El señor Dupont. ¿Qué le habrá pasado?
“¿Y los mellizos Gerard?”
Y así decenas de preguntas sin contestar quedaron flotando en el aire.
Al llegar a su casa Francois fue interceptado por su vecina. Tenía los ojos llorosos y lo miraba con desesperación. “Doctor, le ruego que venga conmigo. Desde ayer mi hijo se ha comportado de manera muy extraña. No se quiere levantar y no puede hablar. Solo emite sonidos incomprensibles.”
Francois, contrariado, no se pudo negar. Se acercó al chico y se sorprendió al ver la palidez de su cara. Luego de revisarlo. Lo auscultó y le tomó la fiebre. Todo normal. Le hizo algunas preguntas que el niño se esforzó en contestar pero solo extraños silbidos salían de su garganta.
No podía entender. Seguramente la mudez era producto de un susto muy grande. Sin embargo, la madre insistía que había estado todo el día con ella y nada raro había ocurrido. Durante la mañana se comportó normalmente pero ya a la tarde habían empezado los síntomas: decaimiento, sueño, dificultad para hablar. El médico le recetó unos remedios caseros y esperar algunos días.
Cuando volvió a su casa, Francois buscó en los viejos manuales de medicina. No aparecía ningún caso similar a este. Al día siguiente, camino al trabajo, pasó por una tienda para comprar el diario. El dueño lo saludó cortésmente y luego, con la cara desencajada, le dijo: “¿Se enteró doctor? Medio pueblo está enfermo. Mucha gente en cama. Pero lo más terrible es que todos se han quedado mudos.” Francois lo escuchó despavorido. Entonces el de ayer no era el único caso. ¿Qué estaba pasando? Durante el día no dio abasto con su trabajo. Todos presentaban los mismos síntomas. Imposible encontrar la causa de tantos males.
Recién a la medianoche pudo regresar a su casa. Había luchado por tranquilizar a los pobladores pero sus esfuerzos habían sido en vano. El número de víctimas seguía aumentando. Sus hijos ya estaban dormidos. Comió algunas sobras del mediodía y salió al jardín. Respiró profundo y miró al cielo. La luna llena parecía un enorme globo de fuego colgando de la negrura de la noche. De pronto, pareció explotar en pequeños fragmentos ígneos para finalmente desaparecer en la oscuridad.
El nuevo amanecer trajo alegría al pueblo de Duboix. Pese a los malos augurios de la noche anterior, la mañana se presentó soleada y un leve aroma a jazmines impregnaba la atmósfera. Parecía que la peste había terminado. La gente festejaba con gozo el retorno a la normalidad. Sin embargo, nadie pudo jamás explicar lo sucedido…
Por Vicky Pesado Castro

6 comentarios:

Las tramas del taller dijo...

Hola, Victoria. Muy buena la iniciativa de publicar el cuento: aporta a todos.
Haré un par de observaciones, que espero te sirvan.
Me parece que la primera parte, desde el inicio hasta que Foucalt llega a su casa, resulta extensa. Como el nudo es la peste (el eclipse) me parece que "el ritual dominguero" del pueblo debería acortarse, reducirse a pinceladas que describan la personalidad, los hábitos de su gente, (un poco más en consonancia con que sabían pero no osaban hablar,) evitando la distracción con Michel que tropieza, por ejemplo.
A ver si logro explicarme: se dice mucho de MIchel en este comienzo (sabemos hasta cómo piensa,) pareciera que el cuento girará en torno a este protagonista, pero después el foco apunta hacia otro lado y Michel se diluye.

Me confundió la irrupción del médico, identificado por su apellido, cuando no había sido presentado antes. Al seguir la lectura se aclara, es Francois. Pienso inmediatamente en el padre de Michel, pero esta familia eran los Deauville. ¿Podrías aclararlo?

Es todo, de mi parte. Espero que el comentario sume, por aquello de que cuatro ojos ven más que dos; (sólo porque no estamos atravesados, como el autor, por la historia). Saludos
Patricia

Las tramas del taller dijo...

Creo que hay un error involuntario, Francois y Foucault son la misma persona.
Tal vez, para que no sobre nada en la primera parte donde se percibe la tranquilidad rutinaria del pueblito de pescadores y su gente, Francois debería encontrar cuando llega a su casa agotado de atender el síntoma de la mudez, a su hijo Michel mudo también. Sería una manera de unificar el conjunto y el efecto. Por lo demás, el pueblito y el eclipse están bellamente descriptos con imágenes contundentes: "parecía un enorme globo de fuego colgando de la negrura de la noche". Marta O.

Las tramas del taller dijo...

Muy buena la idea central del cuento, el eje es el eclipse pero no se menciona para nada, sólo indicios que hacen meterse al lector en la historia.
Coincido con Patricia en la confusión del nombre del médico y en la extención de la primera parte. Me encanta la imágen de la luna desapareciendo, el momento clave del eclipse no mencionado, como dice siempre Marta, la parte sumergida del hiceberg que hace a la verdadera historia.
Sigamos adelante y ojalá algunos nos animemos pronto a una publicación para analizar entre todos.
Oscar Tartabull

Las tramas del taller dijo...

Vicky, te felicito por animarte a publicar. Tú cuento me pareció interesante y misterioso, mantiene atrapado al lector.
No creo que cuatro ojos vean más que dos, te recuerdo la frase de Saint Exupéry en el Principito "lo esencial es invisible a los ojos".
Hay quienes confunden comentario con crítica literaria; sigue escribiendo con los ojos del corazón. Espero ver pronto otro cuento en el blog. Suerte Graciela

Las tramas del taller dijo...

Es cierto que el cuento de Vicky ubicado en un bucólico pueblito francés es misterioso y atrapante y contiene imágenes muy bien logradas.
Es cierto que si publicamos en el blog es para generar un rico intercambio entre nosotros dentro del taller y posiblemente con personas ajenas al mismo que se interesen por la escritura.
Es cierto también que lo primero que destacamos cuando leemos un trabajo es todo lo que nos gustó de él, sus aciertos, que en este caso son muchos. Y no es menos cierto que si no marcamos los errores el comentario habrá sido un fracaso o un esfuerzo inútil porque de nada le habrá servido a quien publicó su texto, salvo que dicho texto alcance la categoría de impecable. De modo que un equilibrio entre ambas secuencias: lo destacable y lo que debe ser revisado, daría como resultado el comentario ideal.
También es cierto que en muchas circunstancias de la vida no se ve bien sino con el corazón porque “lo esencial es invisible a los ojos”, como expresó Graciela. Pero es otra realidad, de diferente índole y comprobable, que quien está “atravesado por su obra”, como escribió Patricia, en su comentario, no ve algunas cosas con toda la claridad necesaria, porque tiene toda su subjetividad involucrada con lo que ha escrito. En este sentido, la frase hecha “cuatro ojos ven más que dos”, dice sólo de la intención de ayudar a que se vea mejor el contenido del texto, desde una mirada más objetiva y siempre teniendo en cuenta que la voluntad de quien escribe es soberana, nada supera el estatus de sugerencia en cualquier comentario que se haga en este medio.
Si podemos resolver estas cuestiones desde una mirada adulta y “atravesada” por el deseo de mejorar la escritura, el espacio de la publicación podrá celebrar este primer aporte del 2009, sostenerse como medio idóneo y albergar otras publicaciones y, si fuera posible, contar con la opinión de todos, único objetivo, además de la difusión de eventos relacionados, de este blog.

MARTA O.

Las tramas del taller dijo...

VICKY, me gustó y me atrapó el cuento, muy buena tu iniciativa. Es cierto que cuando se comienza la lectura Michel parecería el protagonista y luego el relato toma otro derrotero, pero no creo que tu intención haya sido escribir un cuento clásico y lineal, además que el argumento y cómo desarrollarlo es una decisión soberana del autor, como dice Marta.
En cuanto a cuestiones formales, yo soy un desastre y la reina de los "lugares comunes" de modo que no puedo opinar sobre nadie.
Soy my simplista en ese sentido y lo único que me parece importante es que la lectura sea atrapante y placentera, que signifique algo nuevo (no el tema porque no hay temas nuevos pero sí la forma de contarlo) y la curiosidad por llegar al final, no necesariamente con una sorpresa, aunque en tu cuento es una imagen muy lograda, con palabras acertadas y originales y sí, una sorpresa.
Que cunda tu ejemplo y por mi parte me gustaría ver más cuentos tuyos. ADELANTE, UN BESO