Del reportaje publicado en Paris Review en 1983 (Mona Simpson y Lewis Buzbee) Traducción, Mirta Rosemberg, Diario de poesía, otoño de 1989:
¿Cómo son sus hábitos de escritura?
…Escribo por accesos. Pero cuando estoy escribiendo paso gran cantidad de horas frente a mi escritorio, diez, o doce o quince horas, día tras día. Amo eso, cuando ocurre. Gran parte de ese tiempo, seguro, está dedicado a revisar y reescribir. No hay nada que me guste más que tomar un relato que he tenido en casa por un tiempo y volver a trabajarlo. Lo mismo ocurre con los poemas. No tengo ninguna urgencia para mandar algo afuera enseguida de haberlo escrito, a veces lo conservo en la casa durante meses haciéndole esto o aquello, agregando o quitando. No me lleva tanto tiempo hacer la primera versión de un relato, usualmente eso sale en una sola sesión, pero me lleva bastante hacer las diversas versiones. A veces hago veinte o treinta versiones de un relato. Nunca menos de diez o doce. Es instructivo y estimulante leer los primeros borradores de los grandes escritores. Pienso en las fotografías de las galeras de Tolstoi, para nombrar a un escritor a quien le gustaba revisar. Quiero decir, no sé si le gustaba o no, pero hacía muchas revisiones. Estaba siempre corrigiendo, hasta que llegaba el momento de las pruebas de página. Escribió ocho veces La guerra y la paz y todavía hizo correcciones en las galeras. Cosas así deben estimular a todos los escritores cuyas primeras versiones son espantosas, como en mi caso.
Describa lo que ocurre cuando escribe un relato...
Escribo rápidamente el primer borrador, como dije. En general, manuscrito. Simplemente, lleno las páginas tan rápido como puedo. En algunos casos, uso una especie de taquigrafía personal, notas de lo que haré más tarde, cuando vuelva al relato. A veces tengo que dejar algunas escenas inconclusas, incluso no escritas; son esas las escenas que requerirán más tarde un meticuloso cuidado. Quiero decir, todo requiere un meticuloso cuidado, pero dejo algunas escenas para la segunda o tercera versión, porque hacerlas bien me llevaría demasiado tiempo en el primer borrador. Ahí se trata de consignar el bosquejo, el sostén del relato. Después, en las revisiones siguientes, me ocupo el resto. Cuando termino la versión manuscrita mecanografío una segunda versión y de ahí parto.[…] Cuando estoy escribiendo a máquina la primera versión, empiezo a reescribir y a agregar y quitar un poco. El verdadero trabajo viene después, cuando ya he hecho tres o cuatro versiones. Lo mismo ocurre con los poemas, aunque los poemas pueden tener cuarenta o cincuenta versiones.
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