Todas las noches ocurre lo mismo. Es casi un ritual. Sentado en mi sillón de algarrobo, casi tocando el piso, voy armando tiempos vivientes.
Todas las noches me hundo en el sillón de algarrobo como en un campo de estrellas y hago los mismos movimientos. Y la mirada que emana de mi cuerpo, mientras se enciende la madrugada, va prendiendo, enumerando como al descuido: un tazón estampado con sus orillas chorreando café y humo, voces en las guías telefónicas luego de las nueve de la noche, a la izquierda textos y textos a medio leer envueltos en tinta de birome negra, anotaciones varias en trozos de revistas, hojas blancas donde garabateo pasajes secretos de mis cuentos cortos con sus esquinas húmedas por alguna espiral de café todavía sin beber. Y frente a mí el cuadrado donde se suceden miles de marquesinas y hasta se pueden ver flores púrpuras que pierden su agua en las banquinas.
Luego, cuando pasan las horas mi cuerpo toma impulso y camino, mientras en el interior siento a mi otro yo que permanece tirado, perezoso, silencioso.
Todo está envuelto en la noche que golpea fuerte y oscura en mi ventana de madrugada.
Más tarde, tras el impulso, recorro unos metros y llego hasta el baño donde con los huecos de mis manos baño a mis ojos y quedan pálidos como lavados por una lluvia. Están exhaustos de tanto vivir personajes ajenos y es allí que encuentro arrugas sobre la frente, fruto de cicatrices, huellas, marcas, tatuajes.
No me reconozco.
He terminado el cuento en medio de la madrugada y al recostarme sobre la cama mi personaje cierra los ojos.
Susana Ballaris
1 comentario:
Susana, en tu aspecto mariposa vas sobrevolando el blog y dejando tu rastro (comentarios) en todos los trabajos. Como el guardafaros, o el guardabarreras, dando luz. Te veo, sentada en el sillón de algarrobo, viviendo en tus personajes y en los que otroscrean, la cara pálida, de madrugada, como lavada con lluvia.
Marta
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