La puerta se abre lentamente como si temiera perturbar el silencio reinante.
Martín asoma la cabeza y la ve en la semioscuridad, hundida entre las sábanas de un lecho blanco. Camina en puntas de pie. Piensa que está dormida.
Ella abre los ojos y le hace señas de que se acerque. Se inclina a besarla y le toma la mano. Mariana lo mira con tristeza. Las lágrimas se deslizan por sus mejillas pálidas. Entonces le dice casi en un susurro: “Fue todo tan rápido. Casi no recuerdo nada. Tuve un accidente ¿no es cierto?” Martín simula una sonrisa: “no es nada mi amor, pronto estarás bien. Pero es mejor que no hables ahora.” Se levanta y corre las cortinas. Mira hacia la calle. Hace frío. La gente, arrebujada en sus abrigos, camina apresurada de vuelta al hogar. De a poco se encienden las luces y los focos de los autos iluminan el pavimento húmedo.
Vuelve junto a ella, toma una silla y se sienta. La habitación está en tinieblas pero él se niega a prender la luz. No quiere que descubra la angustia en su rostro. “Qué tirano el destino,” piensa. “Tantos planes y desvelos para el futuro…”
Se mira la mano. El anillo en su anular izquierdo brilla en la oscuridad que se torna cada vez más densa. Solo una semana de comprometidos y el casamiento en dos meses. Recuerda todas las idas y venidas hasta comprar el coqueto chalet lejos del centro. Amante de la naturaleza ella lo eligió por el enorme jardín donde tendrían una pileta y una pequeña huerta. Siempre disfrutó cuidar de sus plantas.
Una enfermera interrumpe sus cavilaciones. Mariana está dormida pero ahora deben higienizarla y cambiarle el suero.
Se levanta y las deja solas. Recorre el pasillo ahora desierto. La luz mortecina de la guardia conspira aumentando su dolor. Se pregunta cómo decirle la verdad. Si hasta él mismo se niega a aceptarla. La lesión en la columna ha sido muy seria. El diagnóstico es terminante, no volverá a caminar.
Un sudor frío le recorre la frente. Cierra los ojos, hunde la cabeza en el hueco de las manos. Estalla en un fuerte llanto.
Martín asoma la cabeza y la ve en la semioscuridad, hundida entre las sábanas de un lecho blanco. Camina en puntas de pie. Piensa que está dormida.
Ella abre los ojos y le hace señas de que se acerque. Se inclina a besarla y le toma la mano. Mariana lo mira con tristeza. Las lágrimas se deslizan por sus mejillas pálidas. Entonces le dice casi en un susurro: “Fue todo tan rápido. Casi no recuerdo nada. Tuve un accidente ¿no es cierto?” Martín simula una sonrisa: “no es nada mi amor, pronto estarás bien. Pero es mejor que no hables ahora.” Se levanta y corre las cortinas. Mira hacia la calle. Hace frío. La gente, arrebujada en sus abrigos, camina apresurada de vuelta al hogar. De a poco se encienden las luces y los focos de los autos iluminan el pavimento húmedo.
Vuelve junto a ella, toma una silla y se sienta. La habitación está en tinieblas pero él se niega a prender la luz. No quiere que descubra la angustia en su rostro. “Qué tirano el destino,” piensa. “Tantos planes y desvelos para el futuro…”
Se mira la mano. El anillo en su anular izquierdo brilla en la oscuridad que se torna cada vez más densa. Solo una semana de comprometidos y el casamiento en dos meses. Recuerda todas las idas y venidas hasta comprar el coqueto chalet lejos del centro. Amante de la naturaleza ella lo eligió por el enorme jardín donde tendrían una pileta y una pequeña huerta. Siempre disfrutó cuidar de sus plantas.
Una enfermera interrumpe sus cavilaciones. Mariana está dormida pero ahora deben higienizarla y cambiarle el suero.
Se levanta y las deja solas. Recorre el pasillo ahora desierto. La luz mortecina de la guardia conspira aumentando su dolor. Se pregunta cómo decirle la verdad. Si hasta él mismo se niega a aceptarla. La lesión en la columna ha sido muy seria. El diagnóstico es terminante, no volverá a caminar.
Un sudor frío le recorre la frente. Cierra los ojos, hunde la cabeza en el hueco de las manos. Estalla en un fuerte llanto.
publicado por Vicky Pesado Castro
3 comentarios:
Muy buenas imágenes, casi cinematográfico. Yo intentaría un final mas abierto, con una luz de futuro. El relato es agradable y llevadero.
Oscar
Hola
Sentí y viví la tristeza del relato. "Transmitir los sentimientos y prender las distintas luces que en nosotros se iluminan o apagan , es todo un camino".
Susana Ballaris
Otro si digo: La elección de una obra de Frida Kahlo, le da la luz de futuro que señalaba en el comentario anterior; muy buena eleccío de imagen.
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