jueves, 29 de mayo de 2008

INTRIGA CIBERNÉTICA










Ese domingo Delfina se levantó muy temprano. Como era habitual desayunó, arregló el dormitorio, acomodó la ropa y llevó a la pileta la que era para lavar. Luego recogió el diario de debajo de la puerta y se zambulló en su sillón preferido, un cómodo butacón de cuero raído que perteneció a su abuelo.
Repasó las noticias con desgano. Lo de siempre; nuevos accidentes en la ruta, políticos que dicen y se desdicen, el conflicto con el campo, estudiantes que agreden a los profesores. Entonces pasó a la cartelera. Recorrió con el dedo índice las negras columnas. Ninguna película que le gustara., salvo ese film norteamericano con Richard Gere que tenía muy buena crítica. Cerró el diario y lo colocó encima de la heladera. Fue al estudio. Aquella era la habitación que más le gustaba. .Estantes llenos de libros, posters de películas en las paredes, portarretratos con fotos de la familia. Se puso los anteojos y se sentó frente a la computadora. Con los dedos a punto de presionar el teclado se acordó del agua que había puesto a calentar. La dejó prendida y se preparó unos mates.
Fijó la vista en la pantalla. Alguien intentaba comunicarse con ella. ¿Sería su admirador desconocido? Abrió el Messenger: “Hola preciosa. Te he escrito varias veces pero aun no he tenido respuesta. ¿Podré chatear con vos alguna vez?”
Nerviosa, Delfina se enderezó en la silla. Luego pulsó las letras con rapidez: “¿Quien sos? Mirá que sos insistente. Soy una mujer muy ocupada, no pierdo tiempo con gente cargosa”.
La respuesta no se hizo esperar: “vaya, vaya… ¡Qué mal genio! ¿Así sos con todos?”
Se sacó los anteojos. Miró hacia el techo y respiró hondo. Estaba intrigada. Se tomó su tiempo para pensar. Intentó escribir pero se arrepintió. Un nuevo mensaje: “¿Estás ahí todavía? Solo te pido cinco minutos de tu vida. Estoy muy solo. He leído tus artículos del diario y me identifico con vos”.
Ella se desmoronó. Su primer admirador cibernético.
“Bueno, confieso que me ganaste. Hace muy poco que escribo pero ¿de veras te gustan mis columnas?”. Y él: “Por supuesto. Me gustó mucho lo que escribiste sobre jugarse por lo que uno piensa. La frescura de tus palabras me conmueve. Adivino que sos muy joven”.
“Sí, y muy pero muy sexy. Ahora quiero saber algo de vos.”
“¿Qué te puedo decir? Soy cuarentón y algo chinchudo. Heredé una gran fortuna y me dedico a gastarla. Me llamo Facundo, pero prefiero que me llames Guasón.”
“Acaso sos como el de la película?”
“Nada que ver. Soy más bien un Batman en lo hondo de mi corazón. Me gusta socorrer a las personas. Y vos sos mi Gatúbela.”
“Bueno, te tengo que dejar. Chateamos mañana a la hora del almuerzo.”
“Entendido. A las doce y media en punto. Chau hermosa, mi Gatúbela argentina.”
Delfina cerró la sesión y se fue a duchar. Estaba invitada a almorzar en lo de sus padres. Después iría al cine con una amiga.
El lunes se levantó para ir al trabajo. Estaba eufórica. No podía dejar de pensar en su admirador anónimo. La seducía volver a chatear con él.
Le resultó difícil concentrarse. No veía la hora de llegar a casa y prender la computadora. A las doce y cuarto terminó de escribir un artículo y despidiéndose de todos se retiró.
Pasó por una cafetería y compró un sandwich. No quería perder tiempo.
Cuando terminó de comer se instaló frente a la computadora. Esperó y esperó. Pero nada sobre la pantalla. Escribió: “¿Estás ahí?” Sin respuesta. Finalmente se levantó y fue a su dormitorio, ¡qué me importa! Es un aburrido que se divierte con personas ocupadas como yo.
Se lavó los dientes y se peinó. Tomó su cartera y partió nuevamente para la oficina.
Era aún muy temprano. Aprovecharía a terminar un informe. Cuando lo completó aún no había llegado nadie. Entró a la oficina del jefe. Dejó el informe sobre su escritorio. ¡Qué raro! La computadora estaba encendida. No pudo evitarlo y miró la pantalla. Leyó: “Querida Gatúbela , perdón por la tardanza. Aunque no lo creas estuve trabajando. Ahora tengo que encontrarme con un amigo. Nos comunicamos esta noche a las diez. Te espero en la compu. No me falles. Tu Guasón.”


Victoria Pesado Castro






2 comentarios:

Las tramas del taller dijo...

Umm, me llevaste hasta el final del cuento. Y eso es bueno.
¿qué pasó después? una interesante intriga.
Susana Ballaris

Las tramas del taller dijo...

Es un final abierto a gusto del consumidor...